Silencio

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Las gotas caían una tras otra inundando el sucio asfalto, acompañadas de un agradable sonido penetrante en los oídos conocido como lluvia.  La calle descansaba en paz, sin ningún alma a la vista, tan solo unas botas rojas y un paraguas amarillo recorrían la avenida. Sentir el agua caer en las yemas de los dedos, oler el aroma y el roce del frío en las mejillas completaban una espera.

"¿Vendrá?" Esta incógnita  le rondaba día y noche, pero hoy era momento para tal desenlace. 

La música de la lluvia logró llevarse todas las preguntas e inseguridades que de costumbre aparecen, hasta que unos pasos fuera de lo normal lo impiden drásticamente. Un guante negro de piel toca cariñosamente su hombro, seguido de una voz particular,  su calidez desvaneció la palidez de sus mejillas sonrosadas.

Ojos pequeños de color negro ocultados tras unas gafas rectangulares mojadas, acompañados de una mirada clara y segura, le bastó para identificar quién era. Quedó paralizada sin palabra saliente de su boca, sin embargo él sabía qué decir en cualquier momento o situación, excepto ese día.

-Es fácil reconocerte aun lloviendo a mares- Dijo complacido.
-Y eso ¿Por qué?- preguntó con aire pícaro ocultando su alegría por verle.
-Digamos que-Rozando su cabello húmedo y rojizo- pocas personas tiene esta melena.
-¿Te estás burlando de mi pelo?- respondió refunfuñando marcando la comisura de las cejas.
-Para nada, una vez te dije algo parecido respecto a tu hermoso cabello. Parece ser que eres olvidadiza- Guiñó un ojo mientras le miraba.

La lluvia se agravó a medida que el encuentro se prolongaba, en vez de oírse gotas caer desde el cielo, parecían latigazos de agua que rompían al tocar el suelo. A pesar de ello, ninguno era consciente de lo que sucedía alrededor de sus paraguas.

Leo contempló las esmeraldas de su rostro, ocultas bajo unas largas pestañas y unas cejas pronunciadas, mientras ella sacudía sus botas de barro. Después de un rato de silencio se atrevió a preguntar-¿Te has acordado del libro?- una risita nerviosa respondía por si sola.-Está en mi casa, perdona por olvidarlo.-Respondió avergonzada-No importa, con tal que vayamos a tu casa y me lo recompenses con un chocolate caliente, estamos en paz-Contestó con risas.-Bueno si con eso te conformas, no sales tan caro.- Continuó la marcha mostrando naturalidad y eliminado las gestos que mostrasen ilusión y exagerada aprobación. Leo le miró con asombro, pues esperó una excusa para que no le acompañara.

Hacía tiempo que no paseaban juntos. Unos recuerdos fluyeron por la mente de Mia como láminas dibujadas con carboncillo, vislumbraba oscuridad iluminada por focos de luces tenues, poco a poco las imágenes sombreadas cobraban nitidez...Raíces negras se unificaban en un mismo tronco, a su vez se bifurcaba en varias ramas afiladas como garras de una bestia adornadas de lágrimas, que caían una tras otra impidiéndole poder escapar de aquel lugar, necesitaba respirar...De repente, algo le agarró del brazo con mucha fuerza, intentó gritar pero sólo exhalaba aire de su boca sin ningún sonido. Oyó mediante ecos su nombre con una voz que reconocería en cualquier parte, por lo que abrió los ojos y se encontró a mitad de la carretera.-¿Qué te sucede? ¡Casi te atropella aquel coche! Empezaste a correr huyendo de algo- Dijo sobresaltado. Mia comenzó a respirar. -¿Estás bien?- Siguió preguntando.- Estoy bien, estoy bien, solo necesito llegar a casa y darme una ducha para despejarme.- Leo paró el paso cogiéndole de la mano, llevándole a su lado y le miró fijamente con actitud preocupada.- ¿Quieres que nos sentemos un rato?- Las mejillas de Mia empezaron a sonrojarse y una sonrisa asomaba de sus labios.-No, gracias, mi portal es ese de la esquina. Subamos mejor.- Comentó y él asintió amablemente.

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⏰ Última actualización: Dec 13, 2015 ⏰

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