II

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Al salir del edificio, Alicia anduvo por la salida del parque de su facultad hasta llegar al enorme paso de cebra que comunicaba las facultades con la vía principal del campus. De pronto recordó la existencia de un establecimiento perfecto para intentar arreglar aquel horripilante día que estaba aconteciéndola; la pastelería Don Dulce.

En la puerta del establecimiento encontró sentado en el suelo, o más bien tirado, un hombre de unos cuarenta y pico años, con pinta de no haber tomado una ducha por semanas. Mientras el hombre rogaba a cada persona que pasaba por su alrededor algo de comida o dinero, Alicia apartó la mirada de aquel señor y contuvo la respiración al pasar por su lado. Pero de pronto aquel hombre mal vestido y apestoso se acercó a ella.

– Perdone señorita, sería tan amable de... - intentó decir el sintecho.

– ¡No! No me toque, no le voy a dar nada, lo siento. – interrumpió Alicia, que entró rápidamente en la pastelería.

– Uno de los de crema del fondo, por favor. – pidió Alicia.

Al salir por la puerta, temiendo que aquel hombre volviera a acercársele, agarró la bolsita de su pedido como si le fuera la vida en ello. Para su sorpresa, un hombre de cierta edad trajeado estaba sentado en el suelo desayunando al lado de aquel hediondo vagabundo, al que había ofrecido un café y una napolitana. Pero Alicia se mostró indiferente, apenas gesticuló.

Volvió por donde había venido y continuó su camino por el campus hasta la hora de la siguiente clase.

Llegó puntual a la segunda clase del día, incluso demasiado pronto, ya que el profesor vino con un retraso de veinte minutos. Pero el gran problema para el señor Sancho no fue ese, sino su apariencia. Al parecer un coche había arrollado su bici, cayendo el profesor en un gran charco de barro. O al menos, eso fue lo que él quiso explicar, sin ánimo alguno y con cara de no tener amigos, en los diez primeros minutos de clase.

El profesor inició su clase, pero de pronto unas pequeñas risas provenientes del grupito de chicos de la tercera fila comenzaron a oírse. Las risas fueron aumentando de poco en poco, lo que hizo que Alicia levantara la cabeza de su libro para mirar al frente y ver qué estaba ocurriendo.

– No puede ser, – dijo entre risas Alicia. – ¿sus pantalones están rotos por el trasero?

– Ya lo creo, – respondió Cecilia aguantando la risa – menudo culito se gasta el de historia.

– ¡Por favor, Ceci! Espera, ¿eso rojo que se ve son sus calzoncillos? No me lo puedo creer, qué espanto. – siguió Alicia. Entonces las dos se unieron a las sonoras carcajadas de la clase.

El señor Sancho, al darse que algo pasaba, se observó, tapó su trasero con una chaqueta y siguió escribiendo en la pizarra la teoría del día, sin tan siquiera inmutarse.

– Este hombre parece no saber lo que son las emociones, – pensó Alicia. – ni se ha puesto nervioso.

Tras un largo y aburrido día de clases Alicia llegó a casa. Eran las dos de la tarde y su madre la esperaba con un asqueroso plato de lentejas sobre la mesa.

– Buenos días Alicia, ¿qué tal han ido hoy las clases? – preguntó con alegría Isabel a su hija.

– Bien. ¿Otra vez lentejas? Sabes perfectamente que las odio. Me niego, hoy me quedaré sin comer por tu culpa. – Fanfarroneó Alicia.

Alicia salió por la puerta por la que había entrado y, recordando que llevaba diez euros en su cartera, empezó a caminar hacia el Burger más cercano.

– Estoy harta, – pensó – la gente da asco. Son inútiles, maleducados, repelentes y unos amargados. Y al parecer el día de hoy todos esos idiotas se han puesto de acuerdo para atormentarme. Pero el karma se las devolverá. A aquel conductor maleducado que me dejó plantada esta mañana, al estúpido vagabundo que incordia e intimida a todas las personas a su alrededor, a los idiotas como Samuel, que hacen que el mundo empeore y sea peor con su repelencia, y a los ridículos y amargados como el profesor Sancho don pantalón roto. Ya lo verás, como algún día pagarán por el mal que hacen al mundo con sus ceños fruncidos y sus caras largas.

De repente, a apenas doscientos metros del Burger, un ruido chirriante hizo que Alicia levantara la vista al cielo. Algo grande, metálico y pesado se dirigía a ella a gran velocidad.


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⏰ Última actualización: Dec 14, 2015 ⏰

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