La misión era repartir todos los regalos a todos los niños del mundo en esa misma noche, porque se habían hecho daño y no podían andar. Así que nos pusimos en marcha y no perdimos más tiempo. Fuimos a casa a dejar una nota a los padres, para que no se llevasen un susto de muerte. Pensé por mi cabeza, que al final sí que se iba a cumplir ese vale para vivir una aventura juntos que me regaló Austin. Salimos de casa y nos fuimos a repartir regalos a los niños. Los reyes magos nos habían dado una lista, con todos los nombres de todos los niños y la dirección de su casa. Había una lista de niños malos y de niños buenos. En la lista de los niños buenos estábamos: Austin, yo y muchos otros niños que no conocíamos de nada. Eso era bueno, porque yo este año me había comportado un poco mal. El primer niño que le teníamos de dar el regalo se llamaba Poul y había pedido un mando de la Wii, un skateboard, y muchísimas chuchees. Después de 3h ya estábamos muy cansados y teníamos mucho sueño, aún nos quedaban un montón de regalos para repartir a los niños. Austin y yo ya no podíamos más, pero lo hacíamos por los reyes magos. Pasaron horas, horas, horas, y por fin terminamos de repartir los regalos a todos los niños del mundo, de todo tipo de lugares diferentes. Solo quedaban dos regalos muy grandes, que eran para...
Eran para Austin y para mí. Dejamos nuestros regalos debajo del árbol, y nos fuimos a decirles a los reyes magos que ya habíamos terminado de repartirlos. Les dijimos que habíamos terminado, y nos dieron las gracias.