El Libro de Elizabeth

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Sonó el despertador, eran las siete y media de la mañana, no lo cojí y lo tiré contra la pared, eso solo pasaba en los libros, simplemente lo apagué y me levanté desperezándome, me sonaron los husos mientras los estiraba. Fui a la cocina a prepararme el desayuno, mis padres no estaban para gritarme o mandarme que hacer ya que los dos se habían ido a su respectivo trabajo. Había una caja de cereales llena, no puede resistir la tentación y la abrí, hoy quería un buen desayuno. A hora tocaba la misma rutina aburrida de siempre, subí a lavarme los dientes y a peinarme, me detuve unos minutos a mirarme al espejo. No soy muy guapa, tengo el pelo castaño en vez de rubio, no tengo despampanantes ojos azules, pero si unos lindos ojos color chocolate. Tengo pecas por las mejillas y encima de la nariz formando una línea casi recta pero algo desigual. Después de todo...¿Qué esperaba? ¿Despertarme y ser como una diosa griega que es totalmente perfecta y hermosa? No digas tonterías...Esas chicas solo existen en los libros, y si algún día veo una con esa apariencia, sabré de inmediato que se operó. Aquí en la tierra real, las personas no son despampanantemente hermosas, tenemos nuestros defectos, pero en algún momento llegará alguien que nos acepte, con sus defectos y todo, y nos deje pasar el resto de nuestras vidas con ella o él. Miré el reloj y casi me atraganto con la pasta de dientes «Mierda» Había perdido demasiado tiempo mirando me al espejo, a hora llegaría tarde y me reñirían. No se como lo he hecho pero me vestí a tiempo y conseguí llegar a la hora. El barullo era enorme, las bolas de papel estaban por todos lados, ya sean volando o en el suelo, el sonido de las teclas de los móviles resonaba en toda la clase. Como siempre, los populares y revoltosos detrás, los que prestaban atención en clase y estaban aplicados (y no tenían amigos por cierto) se ponían delante, y los que no eran ni lo uno ni lo otro en el medio, supongo que ese es uno de los pocos aspectos de los libros que también pasan en la vida real. La campana sonó y el ruido desapareció como por arte de magia, el profesor de matemáticas entró. Para mala suerte, esto no era de las cosas que eran iguales a los libros, no teníamos a un joven de 25 años bien formado y guapo, sino un viejo cascarrabias de 60, medio calvo y con gafas redonditas, era bajo y bastante regordete, al ser yo alta me divertía mirándole desde arriba cuando me decía que alguna operación de la pizarra estaba mal hecha, tendríais que ver su cara de terror aunque solo duren unos segundos.

Unos veinte minutos después de que empezará la clase llamaron a la puerta, como no, eran los tres chicos que vivian más lejos del instituto que todos nosotros y aun así siempre se quedaban dormidos por lo que llegaban bastante o muy tarde.

̶ ¿Pueden explicarme esto por favor? - El profesor tan majo como siempre dando la bienvenida a los rezagados.

̶ Pues...Emm   ̶ Evidentemente sin habla, como no, y a hora...

̶ Enserio, no sé qué voy a hacer con vosotros, salid al pasillo con los libros, daréis la clase en el suelo y sin mesa, tenéis un disciplinario cada uno.

̶ ¡No! Un disciplinario no por favor. Este ya es mi tercero y me expulsarán, y como se enteren mis padres...   ̶ Pobre Dick, uno de sus disciplinarios se lo habían puesto por culpa de otra persona, después del tercero, te expulsaban una semana y como te vieran que no cumplías e ibas el día siguiente estabas un mes expulsado. Pero aún así conociendo al profesor McGregor no se lo perdonaría.

̶ Mala suerte, no haber llegado tarde   ̶ ¿Veis? Lo que yo decía, casi me dio pena ver como el chico cogía sus cosas y se iba fuera del aula lagrimeando. Porque sí, aquí uno llora cuando le pasa algo, no responden y les importa un rábano lo que les digan. No me imaginaba el castigo que le pondrían sus padres...Pobre.

La clase siguió tranquilamente hasta que, inevitablemente, una bolita de papel le dio a McGregor en toda la calva. Luego leyó la nota en voz alta, muchos se rieron, y como no tenía nombre de destinatario ni redactor, la tiró a la basura sin saber el culpable. «Eres realmente tonto» Yo habría obligado a todos a escribir algo en un papel y luego compararía las letras, pero, como paso de decírselo para caerles a todos mal, me cayó.

¿Nunca habéis pensado lo tan sumamente aburrido que es el instituto? Solo es lo mismo absolutamente todos los días, siete condenadas horas encerrados en un edificio retorciéndonos por el cansancio, es molesto, hay que madrugar, aburrido, te ponen castigos y lo que digan las notas define como se portaran tus padres contigo desde ese momento. Creo que lo único bueno es que ves a tus amigos y puedes charlar con ellos o armarla mientras se va un profesor y entra otro. Para mi este sitio es igual al infierno, los profesores son los diablos y nosotros las pobres almas perdidas a quien tienen enganchados a las sillas mesas con gruesas cadenas. «¿Algún día pasará algo interesante? Eso espero, porque vamos, yo no aguanto mas así?» Bendita sea la campana, el profesor me ha mandado hacer una ecuación del no sé qué, no sé cuántos y yo no había prestado atención en toda la clase.

Las horas pasaban y el tiempo transcurría, alguna interrupción que otra, personas que se llevaron disciplinarios...etc. Juro por dios que si pasa algo divertido, anormal, o los profesores se vuelven buenos con nosotros me tiño el pelo de morado y me vuelvo gótica. Okey mejor no porque nunca se sabe lo que pasará al día siguiente. Milagro que las siete horas hubieran terminado, simplemente no me lo creía, salí escopetada de mi clase y pasé al lado de Rocky, se llamaba Raquel pero a ella no le gustaba, estaba saludándome y gritándome que la esperara, pero no podía parar y le respondí "¡No puedo a hora, te veo mañana!" Por alguna extraña razón quería llegar a casa lo mas pronto posible, algo me decía que tenía que hacerlo. La puerta de mi casa se veía mas temerosa que de costumbre, mas imponente. ¿Qué me estaba pasando? Entré cuidadosamente, sin hacer ningún ruido, los abrigos de mis padres estaban colgados en el perchero de la puerta, por lo que se suponía que estaban en casa. Los ví en el salón con cara de preocupación a la vez de impaciencia ¿habría pasado algo? Cuando se dieron cuenta de mi presencia ya estaba sentada en el sofá en frente suyo.

̶ Daiana, tenemos que decirte algo ...   ̶ Esto no me daba buena espina, solo me llamaban por mi nombre completo. ̶ Sabes que tu tatarabuela Elizabeth de algún modo vivió hasta que tu naciste...¿verdad?

̶ Si mama, me acuerdo, la abuela me lo ha contado muchas veces, pero ¿por qué hablamos de ella ahora? ̶ Que tendrá que ver ella ahora... Mis padres se miraron entre si y suspiraron al mismo tiempo.

̶ Antes de que ella pasara a mejor vida, nos dejó esto para ti. Dijo que no abriéramos hasta el día de la segunda luna llena después de tu cumpleaños número diecisiete, o sea hoy.

Aquí ya sí que no entendía nada, me tendieron un paquete con un forrado marrón, tenía forma rectangular y era grueso como un libro. «¿Acaso me dejó su biografía?» Pero entonces el paquete pareció empezar a palpitar en mis manos. "Ábreme, libérame del sello" ¿Quién ha dicho eso? Miré hacia ambos lados con la esperanza de encontrar al dueño de la voz. Al ver que mis progenitores me miraban raro deduje que solo yo lo había escuchado, el paquete seguía latiendo, yo comenzaba a sudar y la frase se repetía una y otra vez en mi cabeza: Ábreme, ayúdame, libérame...

No lo soporté mas subí corriendo a mi habitación con el paquete en las manos. Una sensación de ansiedad cubría mi corazón. «¿Qué me está pasando?» Abrí la puerta de golpe y solté el forrado marrón encima de la mesa y casi sin saber lo que hacía desgarré de tres tirones el envoltorio. Poco a poco la tensión fue bajando y miré cuidadosamente el contenido del paquete. Un libro. Un libro de tapa dura color marrón oscuro, sin más título que un "12" dorado en la parte superior y la imagen de un candado en la cubierta. Mi primer impulso al verlo fue pasar la mano por encima de la portada, el dibujo del candado comenzó a brillar sin razón. «¿Es que hoy no dejarán de pasar cosas raras?» El libro se abrió de golpe y empezaron a salir hojas de papel que comenzaron a girar con una rapidez inimaginable. Me obligué a mi misma a taparme los ojos con un brazo mientras retrocedía hasta la cama. Con mi vista despejada mientras seguia viendo como las hojas volaban de un lado a otro de la habitación, de un momento a otro, pararon en seco. Todas cayeron de golpe haciendo un dibujo de un círculo desigual en el suelo. Pero yo no estaba centrada en eso, sino en el chico moreno que estaba haciendo una reverencia, su cuerpo parecía estar brillando y su pelo se movía con un aire inexistente en el cuarto. Poco a poco se levantó mientras abría los ojos, color chocolate, como los míos...pero mas centelleantes.

̶ Una nueva Shaesa ha nacido. Los Synettas tienen a uno mas en su linaje.

«¿Qué dice este chico?¿Shaesa?¿Synettas?¿Que era eso? Pero lo mas importante...¿Quién es él?»



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⏰ Última actualización: Jul 01, 2016 ⏰

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Diario número doceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora