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Para ser feliz hay que vivir en guerra con las propias pasiones, y en paz con las de los demásSéneca
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La pesadumbre y las malas costumbres son las que forjan a un ser de valentía. Quien es capaz de levantarse tras la tempestad y solventar la idea del pavor.
Kenneth por ejemplo, vivía a flor de piel con la mano afianzada al pánico, y sonreía. Sobre todas las cosas, sonría.
Tan consternado se encontraba en aquel momento que ya no supo qué más hacer. Estaba totalmente pasmado y quedaba corto diciendo lo preocupado que se atinaba en ese preciso momento; el más largo de su corta vida.
Se palmeó las mejillas repasando lo sucedido y así despertando del todo. Tenía que regresar a su hogar y buscar algo con qué calentar la choza.Suspiró ataviado, de más cansado de pensar. Deseó sosegarse entre las tablillas de madera cubiertas con plumas y una fina manta. A lo que los McCormick llamaban cama.
Cargó con el cuyo y un poco más de sweet pea; escondió el poco dinero en un pequeño bolso — bastante usado— y se dispuso a salir.
Vaya día tan estresante, pero Kenneth tenía bien en claro que lo importante al tiempo era atender a Karen. Nada dictaba ser más sustancial que la familia. Los McCormick siempre fueron la comidilla del pueblo después de que Stuart falleciera. Tal vez el hombre vivía embriagado y con la botella de agua ardiente a medias, pero cumplía con su trabajo.
Los habitantes acreditaban su recaída a la desolación y la culpa; sentimientos amigos que lo abordaron cuando su esposa, Carol, desapareció del mapa. Ni un cadáver siquiera. ¿Cómo vivir con ello? Lentamente el temor, la nostalgia, el desamparo y el insomnio, acabaron de una vez por todas con él.No se puede vivir sin aire, es verdad, pero el palpitar se hace cansado cuando no hay a quien dedicarlo. ¿No se logra enfermar de amor? Muchos dicen sin chistar que la pregunta ofende. Sin embargo, eso sucedió con el castaño.
Pero el pasado está en la historia y el presente hay que escribirlo.
El mayor de los McCormick caminó con prisa hasta llegar a la pequeña choza que compartía con su pequeña hermana. Algo realmente extraño con ambos era que el rubio poseía una cabellera rubia, cosa que muchos afamaban y preferían llamar un tesoro precioso, de finos caireles a maple brillante; y unos ojos si bien no tan profundos, sí seráficos, del color del cielo, un azul claro y pulcro. Insólito para muchos, pues no concordaba para nada como descendiente de los McCormick, quienes se asentaban de índigos orbes profundos y cabelleras castañas. Carol, era la única que a diferencia, ostentaba una melena rojiza.
Por otra parte Karen llevaba el cabello un poco más corto de un marrón límpido y ojos del mismo tono que su padre, algo que le regalaba esa parte "dulzona" al toque de una chica, se trataba de la piel nieva, inmaculada y perfecta; muchos llegaban a compararlo con la seda.Ambos hermanos se protegían el uno al otro a viento y marea. A pesar de tener tan poco y casi nada. Karen jamás cuestionó a su hermano cuando salía por las noches a trabajar, en una de esas cantinas de mala muerte. Le preocupaba, la menor nunca negó lo contrario, pero también sabía del esfuerzo que ponía el rubio para pagar sus medicinas. Lo que ésta ignoraba, es que Kenneth no sólo trabajaba atendiendo pedidos a un montón de ebrios; sino que cuando podía, engatusaba al médico con palabras bonitas para conseguir un precio más accesible para su economía.
Los seres humanos tienen una gran capacidad para ser crueles pero he ahí donde el bien se pierde.
El pánico corrió llenándole las venas. ¿Qué sucedía? Los celestes se pintaron en el naranja como un reflejo penetrante del fuego. Casi suelta al cuyo de un susto. Desencajó un alarido a la par que corría sin cuidado alguno. ¡La choza se quemaba, ardía y el humo empañaba la vista al estar tan solo cinco metros delante!
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La última canción del crisantemo [CRENNY]
RandomAU - SOUTH PARK [CRENNY] N/A: Está basado en un fanfic que ya había hecho, es decir, es adaptación de "Honey in blue" que no he podido terminar porque los personajes me desesperan. (?) Con SP yo sé que será distinto puesto que ya escribo lo que sig...