Capítulo Dos: Momentánea

57 4 4
                                    

Me encuentro recostada incómodamente en la pequeña cama junto a uno de mis sobrinos, tiene doce años y es el mayor. Mi hermana Andrea tiene veintiocho años, cabe decir que metió la pata muy joven.

Me levantó con cuidado de que Rodrigo no se despierte. Pero sorpresa, tenía su no tan pequeña pierna encima de mi cintura. La muevo a un lado y logro salir de la cama victoriosa por no despertarlo.

Camino con cuidado hasta llegar al pequeño baño de la habitación. Mi reflejo se ve borroso, como mi alma, estoy llena de dudas. No sé qué hacer, no tengo ganas de ir al instituto por ahora. Me diviso mejor y noto las grandes ojeras color morado oscuro debajo de mis ojos.

—Me veo hermosa —Dije sarcástica hacía mi misma. —SÍ. Increíblemente hermosa...

Me cepillo y salgo con una cara de muerto viviente. Rodrigo aún sigue durmiendo y creo que mi hermana también.

Salgo de la habitación, camino a la sala, no sin antes coger el teléfono. Me siento en el sillón y comienzo a revisar.

Número desconocido.

¿Qué tal tu mañana?

Anabell.

¿Cómo te llamas?

Número desconocido.

Eso no responde a mi pregunta.

Anabell.

Llevas más de una semana en esto. ¿Podrías al menos decirme un apodo?

Dejo el celular encima del sillón y voy a la cocina para prepararme un café sin azúcar, amargo. Escucho pasos y me volteo instantáneamente para darme cuenta que solo es el pequeño Rodrigo.

—Annie, tengo hambre —Dice frotándose los ojos —Dame comida. —Ordena sin más.

—Oye —Lo llamo con superioridad. —Ya eres lo suficientemente grandecito para hacerte tu propio desayuno. —Digo dando un sorbo a mi café.

—Por favor, si lo hago yo, haré un gran desastre. —Se sienta en el sillón. —Pero puedes hacerlo más tarde, como tú quieras. —Sonríe ampliamente sabiendo que de cederé. Es verdad, si lo dejo hacerlo solo, hará un desastre y la que pagará con los regaños de mi hermana soy yo.

Ruedo los ojos y pongo una cara de fastidio.

—Pero, ¿No es que tienes hambre? —Pregunto tomando un sorbo de mi café.

—No importa, me hace feliz saber que lo harás tú. —Hace énfasis en "tú" y un leve sonrojo se hace notar en sus claras mejillas.

No juegues, lo que me faltaba. Mi sobrino está posiblemente gustando de mí... Soy su tía, esto es hasta enfermizo para mí. Aunque probablemente no lo sabe, no es como que Andrea se la pasara día y medio hablando de su hermana.

—Oye tranquilo —Digo nerviosa. —¿Sabes quién soy, no?

—Claro, eres la chica que mamá trajo a vivir con nosotros —Responde mirándome a los ojos.

—Ah... Rodrigo, yo soy tu tía —Suelto dejando mi taza de café sobre la mesa.

—¿Qué? —Pregunta abriendo los ojos como platos para después levantarse e irse corriendo.

—Vaya, vaya. Al parecer no le habían dicho. —Termine de tomarme mi café y deje la taza encima de la mesa mientras que del sillón agarraba mi teléfono.

No había ningún mensaje.

* * *

Ahora mismo me encuentro en el parque, viendo como los padres juegan con sus hijos en los columpios. Viejos recuerdos inundan mi mente. Haciendo que de ellos brote una lágrima fría y llena de dolor y recuerdos. Mi bolsillo vibra, ha llegado un mensaje.

La Muerte De Un AngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora