Suena la alarma, ante su inminente sonido, estiro la mano y la apago. Suspiro cansada mientras me dispongo a pararme de la cama. Suelto un chillido y me vuelvo a sentar en la cama cuando me doy cuenta de que Damian está en el suelo de mi habitación. Duerme plácidamente, y al parecer ni cuenta se había dado de que yo lo había pisado.
En silencio, me pongo de pie y rodeo su cuerpo, me arrodillo a su lado y olisqueo su boca entre abierta, como sospeché: huele amargamente a alcohol y cigarros mentolados. Lo miro con el ceño fruncido, con él no hay remedio; ni siquiera sé cómo llegó aquí. Lo muevo un poco para que despierte. Sus ojos azules se abren lenta y perezosamente, me mira por unos momentos, articula palabras sin sentido que yo no puedo entender y se vuelve a dormir en menos de un segundo.
Resoplo, me acomodo el cabello y como puedo lo pongo sobre la cama y le saco las zapatillas. Puedo ver una sonrisa que se forma en sus labios, se acomoda en la cama, complacido.
Tomo unos short de jean y una remera blanca con diseño de rayas rojas horizontales del pecho hacia abajo. Voy al baño y me ducho lo más rápido que puedo, para luego vestirme y secar mi cabello con la toalla. Cuando salgo, voy a mi habitación, cojo mi mochila y me acerco a la cama.
—Voy a ir a la escuela, ¿sí? Por favor, en cuanto despiertes, arréglate, come algo aquí sin que mis padres te encuentren y ve —le susurro.
Él niega y entreabre sus ojos.
—No quiero ir... tampoco quiero que vayas —con una rapidez impropia de una persona con resaca, me toma de la cadera y hace que caiga acostada a su lado. Me envuelve con sus brazos y piernas—. No vayaaaas.
—Tengo qué, vamos, Damian, déjame ir —forcejeo, aunque realmente me quiero quedar con él.
Mi relación con Damian es algo rara.
—Quédate, Olivia —replica.
Conmigo, él es algo más infantil, pero nunca abandona lo «rudo» que es. Supongo que es porque me tiene más confianza y no necesita hacerse una fachada para que le tenga respeto. No es que seamos amigos...
—No me convences.
De un momento a otro me da un piquito y se comienza a mover energéticamente en la cama, como si estuviera haciendo una pataleta.
—¡Oliviaaaa! ¡Quédateeee!
Tampoco somos novios. No sé qué es, pero me agrada. No sé por qué, de entre todas las chicas que se mueren por él, él decidió «escogerme» a mí, quizás quiso probar un aire más inocente y menos corrompido como lo soy yo, hija de religiosos y virgen hasta el último pelo (o al menos el pelo que Damian no me ha tocado).
—Y-Ya te he dicho que no me agarres así, por sorpresa, tonto —lo reto, intentando cubrir disimuladamente mi sonrojo con las manos.
—Sabes que te gusta.
—¿Qué te pasa? Hoy estás más... no-sé de lo normal.
—Quizás es la resaca, me hace estar así, ¿sabes? Normalmente la gente con resaca se queda bien quieta y deseándole la muerte al mundo entero, pero yo ahora sólo estoy hablando mucho, moviéndome mucho y deseándole la muerte al mundo entero también.
—¿Quieres que te traiga algo de agua?
—Por favor.
Damian es raro. Muchas veces está contento, y es bromista, pero puede cambiar de un momento para otro, no me gusta verlo cuando está enojado. En su estado normal, generalmente es serio.
***
En el instituto somos como completos extraños. Casi ni nos hablamos, ya que él se la pasa en su grupito de amigos dónde yo no soy bienvenida, y yo quiero estar incómoda. Así que me la paso leyendo o jugando en la psp sin hacer mucho ruido; todas mis actividades son en la biblioteca.
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Damian.
Teen FictionÉl era un problema. Se supone que los problemas se alejan. Pero yo sólo podía acercarlo más y más. Juntar mis labios con los suyos, que la mayoría de las veces tenía sabor a alcohol. Justar mis manos con las suyas, llenas de moretones gracias a sus...