Miedos.

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Todo empieza en la sala de un psicólogo. Un psicólogo al cual me llevaron mis padres a traición.
Y digo a traición porque nunca consideré que necesitaba ayuda.

Mi madre no entiende que soy la chica que esta sociedad ha creado.
Estoy llena de inseguridades, es cierto, pero a día de hoy todos estamos igual.

Mi opinión es esa, todo el mundo ha dejado de comer porque no se ha sentido a gusto con su cuerpo. Soy una de esas chicas, pero nunca me ha gustado hablarlo con nadie.
Lo malo de todo esto son mis padres, ellos son los que se obsesionan con que como poco.
Cualquier persona me dirá que simplemente se preocupan por mí. No digo que no tengan razón, solo que igual no lo demuestran así.

Ellos no respetan mi opinión, les da igual si no quiero ir a hablar con una señora a la que si que le doy igual.

Pero aún así, allí estoy. Esperando a que me suelten algo que he oído muchas veces.

La psicóloga me llama y me invita a entrar. Creo que nunca he puesto una cara más desagradable como la que estoy poniendo.

+ Hola Mia.

- Hola. - contesto seca.

+ ¿Por qué estás aquí? - pregunta.

- Porque mi opinión importa una mierda.

Ella suspira y cambia de tema:

+ ¿Tienes algo que contarme? - dice alzando una ceja.

- La verdad es que no.

+ Yo creo que sí.

- ¿Puedo irme ya?

+ No, no puedes.

- Mire, sé que le importo una mierda y lo único que quiere es cobrar. Lo siento pero sé que es así y también sé que a mis padres también les importo una mierda.

+ Creo que estás equivocada Mia...

Mantengo el silencio después de su respuesta.
Espero a que acabe esa hora. Se me está haciendo eterna.
Ella interrumpe el momento de silencio:

+ ¿No piensas decir absolutamente nada? - dice.

Asiento sin decir ni una sola palabra.

Llega la hora de salir de ese infierno, por fin. Ella se levanta abriéndome la puerta.

+ Bueno Mia, supongo que ya irás hablando con el tiempo.

- Espere sentada. - suelto en voz baja.

Mientras voy de camino a casa pienso en lo que es ahora mi vida. Desde que el abuelo murió todo ha cambiado.
Aumentaron los cortes y no puedo decir que dejé de comer porque ya lo había hecho. Conmigo misma soy bastante sincera.
¿Qué a quién le cuento todo esto?.
A mi lado malo, al lado que me dice que acabe con todo.

Llego a casa y parece que mamá esperaba con ansia a que abriese esa puerta.

+ Hola cariño. - Parece asustada por mi reacción al haberme llevado a ese sitio.

No respondo ya que tampoco quiero hablar del tema.

+ Cariño, lo hacemos por tu bien.

Historia sin títuloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora