SEGUNDO JUEVES: VIOLÍN

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Peggy cocina muy bueno. No sé si tanto como para decir que es la mejor cocinera del mundo, pero está bien. No iba a discutirlo con Liam, porque no creía que hubiese mucho que discutir. No le había dicho a mi madre que no comería en casa porque ella siempre llega después de que yo haya comido. Sólo le dije a Liam que no debería pasarme de la hora. Me miró ladeando la cabeza y luego sonrió. No sé qué pensó en ese momento. Tampoco lo dijo, como otras miles de cosas que se calla. Es su manía de hacerse el misterioso.

El salón de su casa tenía cierto desorden dentro de que parecía que Peggy lo trataba de mantener ordenado. Pero los cojines descolocados, una sudadera sobre una silla y varias revistas de música desperdigadas sobre la mesa del té dejaban claro que allí vivían tres chicos. Casi tres adolescentes. Había unas porras irlandesas colgadas en la pared, de esas que te traen cuando te visitan tus tíos del pueblo. Al lado, un montón de fotos de los chicos cuando eran pequeños. Noel tenía unas enormes cejas aún de niño, me hizo reír. Paul tiene la sonrisa enigmática más llamativa que he visto jamás y, no sé por qué, la usa en todas las fotos. Y luego Liam, el último hermano, que no se parece nada de nada a los otros dos. Parece de otro padre. Hasta donde sé, son los tres hijos el mismo. Pero Paul y Noel se parecen mucho. Liam tiene una cara de mal bicho desde pequeño que no puede con ella. Sale en casi todas las fotos sonriendo como un angelito que se guarda alguna maldad en la manga.

«¿Y has venido a estudiar?». Peggy me sacó de mis pensamientos, entrando en el salón. Me asustó, pero no quise que se diera cuenta. Liam le había contado la película de que teníamos que hacer un trabajo juntos. Asentí y luego me sonrío, hice lo mismo. «Ya se está calentando la comida».

«Tendríamos que haberte avisado».

«Oh, no te preocupes. Donde comen cuatro, comen cinco».

Sonreí. En plan agradecida, aunque seguía pensando que había sido muy despreocupada al acceder a la propuesta de Liam. Él estaba en el piso de arriba, había subido con un montón de ropa que su madre le había dado para que dejara en el armario, aunque dudaba de que la dejara en el armario. No tardó en bajar y entrar al salón con una sonrisa estúpida, fingiendo ser un buen hijo. Pero a Peggy le encanta, se nota.

«¿Lo has recogido bien?».

«Claro, mami».

Cuando nos sentamos los tres en la mesa de la cocina, yo estaba un poco tensa. Por un momento pensé en quién me mandaba a mí estar ahí. Pero la madre de Liam es muy agradable, la verdad. Me hace gracia porque dice tacos cuando algo le sorprende. Eso explica la mala lengua de Liam. Porque la palabra favorita de Liam es "jodido", seguro. Todo el tiempo lo dice. Eso y: "¿Sabes lo que te digo?". Siempre que no sabe cómo terminar la frase lo dice. O entre medias de dos frases. Es como si él mismo se estuviera haciendo un lío al explicarse y tuviese que preguntarse a sí mismo si se está enterando. Ella me preguntó quiénes eran mis padres y sí que conocía a mi madre. Yo puse los ojos en blanco un momento, esperando que no la conociera por la loca que grita cuando no encuentra sitio con el coche en la puerta del Sainsbury's. Por suerte tenía un buen recuerdo de ella de las fiestas del colegio. Le agradecí como nueve veces que me hubieran invitado a comer y también le agradecí otras nueve que me diera el último flan a pesar de que Liam se pusiese en plan niño mimado porque también quería flan. Le dije que lo compartiríamos, pero Peggy me dijo que no, que Liam se podía comer una manzana. Él frunció el ceño, pero le hizo caso. Me sentí un poco egoísta, pero reconozco que me gustó picarle mientras disfrutaba de cada cucharada mientras me miraba como si me odiara con su manzana roja en la mano. Era como una extraña Blancanieves de una sola ceja y ojos azules.

Peggy tenía que irse al trabajo. Empezaron a sudarme las manos porque íbamos a quedarnos solos en su casa fingiendo hacer un trabajo. Nos sentamos en el suelo del salón, con los libros sobre la mesa de té. Encima de todas las revistas. Una de ellas tenía de portada una Kylie Minoge con bigote pintado con boli negro. Me reí cuando lo vi, pero Liam ni siquiera sabía quién era la chica.

Eres mi mundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora