Cuentos sobre chicas fuertes

Victoria

Apenas respiraba. Los latidos de mi corazón los escuchaba en mis oídos como si un tambor gigante estuviera tocando a mi lado. Mis piernas temblaban pero mi decisión ya estaba tomada. Tomé aquella cosa ovalada y sentí que me quemaba la mano y ese calor se expandía por todo mi cuerpo. Creí que iba a sentir miedo, pero fue al contrario: me sentí valiente y capaz de todo. Me sentía fuerte.

Los gritos se escuchaban por todos lados. El olor que emanaban aquellos monstruos hacía que mis ojos lloraran y las sirenas cantaban a más no poder. Escuché mi señal: un gran grito desenfrenado me avisaba que ya era el momento.

Di un paso. No fue difícil. Me alenté a mi misma diciéndome que todo pasará en un par de segundos. Fueron dos pasos, luego cuatro más rápidos que los primeros y sin pensarlo ya me encontraba corriendo atravesando en diagonal las calles del infierno. En aquel monstruo gigante se encontraba mi objetivo. Miré mi mano y le saqué la llave. Tiré con todas mis fuerzas aquel objeto ovalado contra el monstruo gigante.

Miré a mi alrededor y todo se sentía en cámara lenta... Los gritos se escuchaban a modo de canto: "¡¡No más opresión!! ¡¡No más opresión!!". Era como un himno, donde las almas de todos los presentes se juntaban y se daban fuerzas. Esta batalla no estaba perdida. No, todavía no. Sentí que mis ojos se llenaban de lágrimas de orgullo y felicidad.

Una explosión. Mucho fuego.
Tres explosiones seguidas.
Una cuarta luego de unos segundos.

Y a mi lado, explotó la mía. ¡¡Sentí un dolor insoportable!! El fuego me abrazaba con sus manos invisibles... Pero cerré mis ojos y ya más tranquila, musité con una sonrisa desbordante:

Victoria.