1. Irina.

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Noviembre y un calor inusual. Mejor, no costaba hacer la calle con esas minúsculas faldas que su chulo les obligaba a lucir incluso bajo la lluvia.

¿Dónde quedaban las fantasías de Irina? ¿En qué momento su sueño de ser modelo de alta costura en París se había truncado en aquella pesadilla de la que era imposible huir?

El sonido de un claxon le sacó de aquellos duros pensamientos, tenía que entrar de nuevo en su papel para ser la elegida; cuantos más clientes tuviese, antes pagaría su libertad, su pasaporte y podría disfrutar de la vida en la ciudad del amor.

-Hola, cariño -, dijo con la voz más sensual que era capaz de poner acercándose al coche, a la par que bajaba su escote dejando al descubierto la parte superior de las aureolas de sus pezones. Se avergonzaba de si misma y se daba nauseas, pero más nauseas le daban las caras de todos aquellos hombres, como si fueran buitres frente a un trozo de carne muerta. -¿Quieres pasar el mejor momento de tu vida? Hago lo que quieras, barato.

Su acento moscovita, acompañado de su cuerpo y cara de adolescente inocente, era de costumbre infalible contra cualquier hombre, y solía ser siempre la primera elegida incluso cuando había más compañeras. Esta vez estaba sóla, el resto no se habían atrevido a venir, pero aunque fuese lógico ser la elegida al ser la única chica aquel día en las calles de Pigalle, le sorprendió la frialdad de aquel hombre y le entró miedo a ella también por primera vez en mucho tiempo.

Tenía 16 años cuando todo ocurrió, una alegría increíble le invadió cuando recibió un mail de la agencia de modelos con la que meses antes había contactado. Querían recibirla en una entrevista cara a cara para comprobar sus actitudes frente a una cámara y una pasarela, si daba el perfil requerido podría cumplir su sueño de desfilar en los eventos de moda más importantes de Europa y, quizás más tarde, del mundo. Para el gran día compró ropa interior nueva de encaje, negra, recomendación de una compañera de clase; una falda negra también que le quedaba por encima de la mitad del muslo y una blusa roja de manga corta que dejaba entrever transparencias, sugiriendo, haciendo a cualquier hombre querer ver más, pero sin enseñar más de la cuenta.

La entrevista había salido a pedir de boca, y una semana después iba en el autocar, camino de París, acompañada de otras 19 chicas que estaban con la misma o más emoción que ella; pero fue al llegar a la ciudad del Sena cuando su sueño se tornó en pesadilla...

Comisario De-La-CroixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora