4. Un día de verano

19 0 0
                                    

Los días pasaban y ambos se encontraban perdidos entre apuntes digitales y libros, una de las características de ser estudiante, a pesar de ello no dejaron que eso influyera en ellos y su relación. Se hacían felices el uno al otro, ¿por qué acabar con algo que era bueno? No sería fácil soportar la presión, ni las ganas de mandarlo todo a la mierda, pero de alguna forma ellos se animaban y ayudaban.

—Joder no entiendo el movimiento rectilíneo uniforme acelerado. Puta física... Tenía que estar en ciencias uf.

—Cariño tranquila, relájate. Sé que lo entenderás porque eres capaz de eso y mucho más. Lo mío tampoco es fácil.

—Lo sé pero arg, me saca de quicio.

—¿Cuándo tienes el examen?

—En cuatro días.

—¿Quieres quedar un rato y te despejas?

—Vale. ¿En veinte minutos en la avenida?

—Vale.


Ya en la avenida...


—Abrázame y no me sueltes nunca... —Le dice ella con su voz temblorosa.

—Créeme, no quiero hacerlo. Si fuese por mí viviría contigo y te despertaría con un besito.

—Ah, ya no me gusta tanto eso de ser dormilona. —Se muerde la lengua.

—Que tonta eres...

—Pero me quieres.

—Más de lo que te imaginas.

Continuaron hablando, abrazándose y besándose durante media hora más. Después se despidieron y se fueron a casa. Las despedidas cada vez eran más difíciles aunque apenas se distanciaban unos días. Les costaba mucho vivir separados con sus respectivos estudios y sin poder verse en un mínimo de tres días. Esto por una parte era bueno, les ayudaba a no desconcentrarse y así poder realizar sus tareas de clase, pero se echaban de menos así que siempre que podían se veían.

Las semanas pasaban y los encuentros de los miércoles y los viernes se hacían costumbre hasta que llegó el verano, paraíso de todos los jóvenes. Calor, piscina, vacaciones, tiempo libre, poca ropa... En fin, lo más esperado. Esos dos meses sí que los aprovecharon bien.

—Cariño ¿sabes que me apetece?

—Dime.

—Pues me gustaría estar contigo en la piscina, jugando, contigo, sin pasar calor... —Le dijo Nerea a través del teléfono.

—Mmmm, ves a las cuatro al parque de las chimeneas, no preguntes más. Ah, y ponte el bikini.

—¿Qué? ¿Que vas a hacer cariño? 

—Nada, no te preocupes, tú ves a esa hora.

—Bueno, vale.


Unas horas después...


Nerea llega con una pequeña mochila en la que lleva el bikini y la toalla por pura lógica ya que Jesús no quiso decirle nada más. Él llevaba tres minutos esperándola.

—Tú confías en mí, ¿verdad? 

—¿Que pregunta es esa? Claro que sí.

—Vale. Ponte esto en los ojos y confía en mí.

—No me digas que tengo que andar con esto por la calle... — Pone cara de disgusto.

—Confía en mí.

Ella accede y se coloca el pañuelo de tal forma que solo le tapa los ojos.

Media hora después Jesús le quita el pañuelo y se encuentran enfrente de una casa, pero no se encuentra en la ciudad y Nerea mira a su alrededor un poco desconcertada.

—¿Dónde estamos? ¿Que hacemos aquí?

—Hacer tu sueño realidad.

Jesús se saca del bolsillo lo más parecido a una llave y abre la puerta que tienen enfrente. Acababa de llevarla a su campo, donde pasa la mayor parte del verano.

—Pronto vendrán a darte la bienvenida, no te asustes.

Y en efecto, minutos después tres animales peludos venían corriendo.

—Te presento a Chulín, Rita y Gordon. —Le dice acariciándolos.

Chulín y Rita eran perros de raza grande, lo que asustaba un poco a Nerea, sin embargo, Gordon apenas le llegaba a la cintura saltando. Para ella era una bolita de pelo blanca y sin duda, su favorito. Tenían cosas en común a pesar de ser perro y persona, por ejemplo la altura.

Detrás de la casa se encuentra la piscina, escondida. Ambos se cambian y se meten en la piscina.

—Jo-joder.

—¿Que pasa? —Le pregunta preocupada.

—Tus curvas... Me tienen encantado.

—Anda no exageres, si no es tanto.

—¿¡Que no es tanto!? 

—No. 

—El culo que tienes es precioso, ¿y esto? esto sí que son curvas. —Pasa las manos por su cadera.

—Anda vamos a bañarnos. Por cierto tú sí que tienes un cuerpazo. — Acto seguido se tira a la piscina dejando solo a Jesús en el borde.  

  —¡Eh! Espérame.

 Juegan, se pican, se abrazan, se besan... Y así pasan la tarde. Sobre las seis salen de la piscina, se cambian y meriendan. Luego juegan con los perros hasta que es hora de que Nerea vuelva a su casa.

—Tengo que irme ya cariño. Pero me ha gustado mucho la sorpresa. —Le dice abrazada a él.

—Y yo me alegro de que te haya gustado. Mañana tengo otra sorpresa así que te esperaré donde hoy.

—¿No me vas a decir nada más?

—No, sé que te encanta la incertidumbre. — Y Jesús se muerde la lengua.

—Ya... Claro. Hasta mañana cariño.

—Hasta mañana bonita.

Y se besan, un beso de ''despedida'' ya que mañana volverán a verse.



Bonito desastreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora