El invierno llegó cuando Jin se fue.
El frío hace que mis huesos se sientan de cristal: a punto de romperse. Mi manta no alcanza a cubrir mis pies descalzos, sin embargo, no me atrevo a tomar la manta que se encuentra doblada en la cama de Jin, porque tengo temor de la reacción de mi compañero de cuarto.
La habitación se sumerge en la oscuridad. Ni siquiera la luz de la luna que entra por la ventana rota logra iluminar gran cosa, solo me permite ver la espalda de Yoongi. Esta temblando, al igual que yo, pero por diferentes causas.
Mi cuerpo se congela segundo a segundo, pero Yoongi está llorando con todas sus fuerzas. Esta borracho, pero, aun así, no quiero moverme ni un centímetro porque la cama rechinará debajo de mí y, lo último que deseo es que se dé cuenta de que sigo despierto y que puedo escucharlo sollozar.
Es de madrugada, y han pasado tres días desde que Jin ya no está, sin considerar nuestras circunstancias, solo en nuestra habitación, parece como si nunca se hubiera marchado. Su cama está intacta; nadie se ha atrevido a tocarla, esta de la misma manera en que Jin la dejo aquella mañana.
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El caos se desató después de que Nam Joon recibiera la llamada. Yoongi y yo habíamos terminado de trabajar. Estábamos de camino al edificio casi arcaico en que vivimos, aun nos faltaban al menos unos diez metros para llegar, sin embargo podíamos ver la entrada del edificio y, justo cuando estaba por retar a Yoongi para ver quién era el primero en llegar a nuestra habitación (que sabía que sería yo, porque Yoongi..., digamos que no es muy bueno para moverse cuando la situación no lo requiere), en ese momento Taehyung y Nam Joon salieron de edificio y, al verlos, el corazón me dio un vuelco. Porque inmediatamente supe que algo andaba mal.
Un escalofrío me recorrió el cuerpo cuando vi a Taehyung correr a la mitad de la calle y ponerse en cuclillas para gritar tan fuerte que, las aves que estaban sobre los cables de electricidad huyeron del lugar. Su grito parecía más un rugido; uno atormentado. Nam Joon permaneció de pie frente al edificio, a diferencia de Taehyung, él solo se quedó allí, en silencio y a la deriva. Definitivamente algo no iba bien.
-Pero ¿qué demonios...? -Yoongi no fue capaz de terminar la frase porque ambos nos echamos a correr y por alguna razón, los dos decidimos llegar a Nam Joon.
-RapMon, ¿qué mierda les pasa? –preguntó exaltado Yoongi. Nunca fue bueno lidiando con la incertidumbre.
Nam Joon ni siquiera se inmutó ante nosotros. Sin mirarnos a los ojos se apoyó en la pared de ladrillo del edificio, y se deslizó hasta sentarse en el suelo. Noté que en su mano izquierda sostenía su celular. Estaba haciendo una llamada. Lo sé porque la pantalla seguía encendida; aún estaba en línea, no colgó, o no fue capaz de colgar por algún motivo. Giré para revisar a Taehyung, que permanecía en el suelo, pero esta vez, en silencio. Me volví de nuevo hacia Nam Joon, quien miraba al suelo fijamente. Pude sentir como mi corazón se aceleraba al verlos, sin darnos una pista de lo que había sucedido.
Estaba amaneciendo, los escasos rayos de sol que estaban apareciendo calentaban mis manos y dedos entumecidos por el gélido viento. No sabía que estaba pasando, el comportamiento de mis amigos me angustiaba y tenía miedo.
–Nam Joon... ¿Qué ha pasado? –susurré despacio.
Lentamente, él levanta su rostro hacia nosotros, nos miró y dijo de una manera que parecía más un suspiro:
–Jin está muerto.
Tal vez fue la severa convicción en sus palabras, que ni Yoongi ni yo vacilamos en creerle.
