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Cuando fui al patio y me puse a llorar, estaba en cuclillas en el fondo del jardín, donde estaba el pozo en el que arroje a Vedia.

Sin darme cuenta habia alguien espiandome, tenía el cabello largo, era bajita, con ojos achinados.

Era una compañera que siempre estaba sola en el salón. A diferencia mia, su mirada no era de enojo. Tenia un rostro inocente, por supuesto que yo tambien. Todos somos inocentes a los cuatro años, pero, ella siempre sonreía... debi haber sido asi desde el principio.

Su nombre era Emilia, Emilia Astori.
Mientras yo lloraba Emilia se acerco tranquilamente y con temor.
No se porque le causé miedo, yo no le deseo el mal a nadie que no me haga daño a mi.

Se acerco a mi y secó mis lagrimas con sus manos pequeñas y delicadas.

Y me abrazó.
Mis ganas de llorar aumentaron cuando con su dulce y fina voz dijo:

-Tranquila, yo te entiendo. No eres mala, ya no llores.

No supe que decir. Me sentia contenida. Me sentía querida.

No recuerdo que sucedió con Vedia, pero a mitad de año ella ya no estaba.

Emilia y yo nos hicimos amigas. Por una vez tuve una amiga. Estaba feliz. Era como yo, solitaria y tranquila. Para mi suerte, vivia cerca de casa y mi padre conocia a su madre. Eran viejos amigos de la secundaria.

A pesar de todo, mi frialdad nunca se fue, seguia siendo rara. Pero un rara querida.

Con Emilia conocimos otra niña, mas alta que nosotras, que acostumbraba jugar con nosotras. Tenia un aire de superioridad a pesar de su corta edad.

Se llamaba Matilde Rudi.
Era una niña con cuerpo rellenito, alta, y con una sonrisa de demostraba falsedad. Pero, ¿que podria sospechar yo a esa edad?

Esa niña se nos fue acercando de a poco y Emilia y yo la integramos.
Emilia era diferente a mí, era sumisa y pacifica, y muy amable.
En una ocasión, Matilde se nos acercó y nos dijo:
-quiero jugar con ustedes.

A lo que respondí:

-¿A que quieres jugar, Matilde?

-quiero jugar a ser la princesa. Angie, tu serás mi amiga, otra princesa, y Emi será nuestra sirviente.

-No te nos acerques. ¡Fuera!. Emi será la reina, o no jugaremos.
Le grite a Matilde, furiosa. No me interesaba el bienestar de mi amiga, pero odiaba que se aprovecharan de ella.

La Egocentrica Historia De Angie BlumerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora