Adam Smirk no era una persona que pasaba desapercibida, y menos en el pueblo en el que vivía, siendo el más pequeño del reino Shilderwald; a cualquiera le molestaría, pero a él no, ya que era una persona que le gustaba la paz.
Mientras pasaba por las pequeñas casas —aunque todas poseían un color o diseño que las diferenciaban—, algunas chicas que no parecían tener más de quince lo observaban, y cuando les devolvió la mirada sus mejillas se volvieron rojas para después reír de forma tonta. No era para menos, ya que Adam era hermoso; cabello negro y ojos grises, los cuales resultaban por su pálida y un fuerte Owlman. Para muchas era inalcanzable, ya que además era famoso.
Sí, Adam, cuando apenas tenía catorce años logró desvelar grandes misterios que aún se encontraban enterrados referentes a los alterados, pero no solo, sino que tuvo el apoyo de Stuart, el cual era una de las pocas personas que consideraba como amigo. Sonrió leve; para Adam, Stuart era un ejemplo a seguir, y él lo admiraba.
Después de caminar unos minutos más, se paro frente a una gran tienda —claro, a comparación de los establecimientos ubicados a sus lados—. Al igual que las pequeñas casas, el lugar estaba decorado de forma pintoresca, pero lo que más resaltaba eran unas flores de color dorado puro, casi pareciendo oro. Entró, siendo recibido por el habitual olor a pan recién echo.
Caminó por los ya reconocidos pasillos del mercado, ya que, además de ser el más completo en Fedonslak, sus precios eran justos.
Ya teniendo todo lo que iba a comprar (fresas, durazno, lechuga y uno que otro jugo), emprendió el camino al cajero; se sintió más relajado al ver que estaba Sharline.
Sharline Liquefatti era una de los pocos amigos de sus padres; ya estaba un poco mayor, y se podía apreciar por su cabello blanco, el cual en un tiempo fue castaño claro y por las largas charlas que había tenido con Adam, le había comentado que era una Butterhut.
—Buenos días, cariño —saludó con una bella sonrisa Sharline.
—Buenas —respondió seco, para así mirarla a los ojos. Detrás de Sharline, una pelirroja joven lo miro con desaprobación; como en un intento de ordenarle con la mirada que saludara a la señora Liquefatti con más cariño, solo para ser ignorada.
Así era la relación que Adam llevaba por el pueblo; a pesar de ser joven, famoso y apuesto, ante los ojos de las otras personas era un antisocial, y no era como si a él le doliera, es más, ni le importaba. Para Adam era suficientes sus amigos, los cuales podía contar con los dedos de una mano.
—¿Cómo está Stuart? —preguntó Sharline ignorando a la pelirroja; la muchacha gruñó cual lobo para así desaparecer por una puerta.
—Ha estado bien. —hizo una mueca, la cual Sharline reconoció como una sonrisa.
—Me alegro mucho —comentó con genuina felicidad— Son tres con catorce klensk. —Adam sacó unas cuantas monedas del bolsillo, para así extenderse las a Sharline —. Vuelve cuando quieras.
Como respuesta asintió con la cabeza, para después salir del establecimiento.
De camino devuelta a casa fue el mismo problema que de regreso; algunas chicas viéndolo como si fuera el único vaso de agua en un desierto —incluso pudo jurar ver junto a una que otra madre junto a sus hijas mirándolo del mismo modo—, o personas criticando o apoyando su gran capacidad para la investigación.
Cruzó los brazos frente a su pecho; él no quería esto, ni siquiera lo había pedido. El momento que inició sus investigaciones junto a su fiel amigo Stuart, fue porque a tanto a él como su amigo les aficionada todo lo referente a la investigación y el descubrimiento de teorías.
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200: Esperanza
FantasyEn un mundo en el que ya no es como lo conocemos; en un mundo en que la ambición y el poder acabó con todo; en un mundo habitado por la nueva evolución de la raza humana (híbridos, alterados) y por horribles criaturas engendradas de toda esa miseria...