Solo tú

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     No, espera, era. Es eso la muerte, tener que cambiar "es" por era.

     Después del funeral tú me acompañas hasta casa. Estamos a diez centímetros de distancia, pero no nos tocamos ni hablamos en todo el trayecto. Solo sufrimos en silencio. No me gusta. Quiero hablarte, pero no se de que. Quiero tocarte, pero no me atrevo. Todo el pueblo está muy lúgubre. Solo se oye el agua del río y nuestros zapatos  que crujen sobre el suelo de madera. A nuestro alrededor, las farolas se están encendiendo, el cielo está oscureciendo, y en cosa de segundos, andamos por una pasarela de luz bajo una manta de  oscuridad.

     Por fin llegamos a la calle donde están nuestras casas y nos tenemos que despedir. Cuando estoy a punto de entrar a casa me dices que me espere. Te acercas y me abrazas. Te devuelvo el abrazo. Parpadeo muchas veces para contener las lágrimas, pero no puedo evitar que una me caiga rodando mejilla abajo. Tú me la recoges con tus manos acompañado de una caricia. Me dices que el pasado ya ha pasado, que pase página y empiece un nuevo capítulo. Y no es hasta que me dices esto que me doy cuenta de que tú siempre me has enseñado una lección muy importante: cómo seguir adelante.


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