13, Julio.

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Marie no se encontraba del todo bien. Sentía, en el centro de su tronco, un pequeño botón que lastimaba sus entrañas y le hacía, por lo demás, imposible respirar. O por lo menos, respirar como lo había hecho tan solo unas dos horas atrás.

Marie, resonaba entre el cemento de las paredes y la madera del suelo, Marie, no seas boba. Es exactamente igual a mudarse a una ciudad distinta. No es tan malo.

La voz de su madre, Janelle, no era especialmente convincente. Marie sabía, tan bien como ella, que era por completo una situación diferente. Era diferente en tantas maneras.

Tan solo en ese momento, frente a la ventana, con el sol frente a su rostro, observando a las personas en la banqueta caminando hacia sus propias vidas, Marie se dio cuenta. De que debió imaginarlo. Y que, seguramente, ella no era la única.

Pero claro, tratar de ver tu próxima situación desde una perspectiva optimista es relativamente sencillo; porque se convierte en algo tan diferente, tan real, tan abrumador, cuando estás frente a ello, que el optimismo pasa a ser un punto innecesario, pues en ese instante en lo único que piensas, por lo general, es en cómo sobrevivir. Aunque, por supuesto, hay otro tanto de gente que sólo se lamenta de su "malísima suerte".

Como sea.

Marie era una jovencita bastante perceptiva. Sin embargo, seguía siendo una adolescente, casi una niña, y le parecía injusto todo aquello que no presentara de forma inmediata algún beneficio a sus intereses personales.

Mamá y papá aseguraban que la mudanza no podía pasar del mes cursante. Marie recordó a sus amigas, todas desatendidas de la mudanza, esperando encontrarla en el mismo lugar de siempre a su regreso de vacaciones.

Mamá se empeñaba en decirle que ellas entenderían, o bien, si no lo hacían, sus padres les explicarían. Marie apreciaba ese acto de su madre, pero era obvio que, a pesar de las explicaciones y bien entendidos, seguiría sin haber una despedida tangible.

Marie se preguntó, como suelen hacer los muchachos frustrados en ese aspecto, si el tener una mascota haría, de alguna forma muy absurda, la situación un poco diferente.

De igual forma, no podía visualizarse con cierta mascota en especial. Tal vez, en el nuevo país, sus padres le dejaran tener algo sencillo de cuidar. Un pececito dorado, o algo por el estilo...

Como sea, se dijo a sí misma, reprimiendo las ganas de llorar.





Marie y las hojas secas de José.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora