La sonrisa se forzó entre su boca; encías, dientes, labios, uno a uno, fingiendo que tenían algún significado.
-Ya tengo toda la cuenta del hospital cubierta - dijo el hombre- Todo va a estar bien, cuentan con todo mi apoyo. Martin ha sido un gran amigo desde la infancia, no podria abandonarlo en estos momentos.
- ¡Oh, dios mío, Javier! Nunca podremos dejar de agradecértelo; has hecho tanto por nosotros...
No pudo mirar más. Volteo a la pared vacía; oía los sollozos de su madre, podía sentir la mezcla de lágrimas y mucosidad en su propia ropa. La vergüenza llegaba por pequeñas gotas, perforando el mismo lugar donde llevaba varios años cayendo, las uñas se clavaban en sus puños apretados, cuanto ansiaba decir que no lo necesitaban, cuanto deseaba poder pagarle, no deberle más. Primero, consiguiéndole a su padre un empleo, luego consiguiéndole una beca para la universidad, después dejándole quedar en uno de sus lujosos apartamentos en la ciudad, donde ahora vivía. Finalmente, siendo el padre del mejor amigo de su infancia. Y, sin embargo, cuando se divorció, cuando su esposa se fue, junto con su único hijo, objeto de su adoración desde que tenía conciencia; no pudieron hacer nada, más que aceptarlo como una parte de la familia, pero tomando más y más de él, cambiando calidez por dinero, prestándole un descendiente al que tomar a su cargo.
No dudaba de las buenas intenciones de sus padres, pero no podía evitar el disgusto, la pena, la lastima, por ellos mismos, por el hombre que los cargaba sobre su espalda. Después del abandono de su familia, pasaba más tiempo con ellos, hablando con su padre de pintura, su vieja afición; llevando a su pequeño retoño a lugares que no podían permitirse, dejando que pretendiera era suyo por unas horas.
Sin embargo, no podía evitar sentir incomodidad. Sentía que tenía una deuda que arrastraría toda la vida, en su propio nombre, el de sus padres, que parecían indiferentes a ellos, y en nombre de todo lo que pretendían ser, lo que querían y no podría dar nunca.
-Cariño, Javier está aquí. - dijo su madre entreabriendo la puerta. - Si, si, tranquilo. Lo lamento, pero aun esta algo sobre saltado ¿Quieres pasar ahora?
Los vio entrar, fingiendo sonrisas como la suya. Cuanta pena podía causar crearlas y reconocerlas; su padre no era estúpido, sabía que las vería y fingiría una aún más grande.
Decidió esperar afuera. El olor a desinfectante quemaba su garganta, el pálido color de las paredes cegaba sus ojos, el zumbido de las lámparas le producía temblores. El mundo era tan desagradable como nunca lo había sido, sucediéndose bajo sus pies, azotando todas sus bases.
Llamo a la universidad para decir que se ausentaría algunos días.
Dos noches después dieron de alta a su padre. De acuerdo al procedimiento lo llevaron a casa, tenía fracturado una pierna y una mano, debía estar en cama y completo reposo. Ayudo a instalarse a sus padres, parecían volver de un largo viaje, mientras todos sus movimientos se hundían en la bruma.
-Ya es tiempo de que vuelvas a la universidad, solo estar perdiendo tiempo aquí, cariño.
-Está bien, ya les llamé avisándoles. Prefiero quedarme aquí para ayudarse en todo lo que necesiten, mi padre no puede moverse y tu estas muy cansada...
-Deja de hacer tontas excusas. Sé que estas preocupado, pero de nada sirve que te quedes; tu padre tenía razón, no debí haberte llamado. Si sucede algún imprevisto te dejare saber ¿está bien?
No, nada está bien, pensó mientras asentía. A veces se preguntaba si sus padres solo eran demasiado directos o no sabían cómo tener consideración a cualquier persona en general.
Volvió a su apartamento esa misma noche, con tanto cansancio como si en realidad, hubiera corrido su camino de regreso. Sus ojos estaban arenosos y sus parpados pesados, mientras introducía la llave a la cerradura. Por un momento creyó oír voces del apartamento vecino; trato de poner atención, pero sus propios oídos zumbaban; no escucho nada más y abrió la puerta.
De nuevo sentía encontrarse entre la realidad y un sueño; recordó que era la misma manera en que había dejado ese lugar una semana atrás. Se preguntaba cuanto duraría ese efecto, en una pequeña parte de su cerebro le preocupaba que fuera permanente, solo un síntoma de algo más. Pero, otra, más grande, le decía que no importaba, todo pasaría. Repitiendo que las personas le llevaban diciendo todo este tiempo, las mismas desde que había ido al hospital; y sin sentir su voz al hablar, murmuro:
-Todo está bien.
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Nombre de Usuario
Short StoryEra fácil asumir las cosas. Asumir quien es tu amigo. Asumir a quien amas. Asumir que conoces a alguien. Asumir que sólo se es un nombre de usuario.