A su lado
~Bardock~
El vacío. Oscuridad que nubla las retinas, que se riega y absorbe cualquier brillo que pase en el rostro y en la mente, en cualquier idea flotante que llegase a aparecer. Nada. La nada pesa, al mismo tiempo que es suave y ligera como algodón, porque no acarrea consigo, sólo el vacío, la oscuridad. Algo golpea en la mente, en el fondo, y se acentúa con cada momento, llevando un golpeteo constante del que no soy completamente consiente, sólo me dedico a permanecer ahí, en el mismo segundo que se alarga a un infinito profundo y asfixiante.
El negro se vuelve blanco, como bruma subiendo, espumosa bruma que cubre cada trozo de oscuridad en esa cortina falsa que ahora se tiende en mi panorama. El blanco reemplaza todo, y sobre este, figuras creadas por pinceles en mi mente toman forma, líneas detalladas en cortos trazos forman una figura, una esencia, al juntar cada una con la otra, colapsando en profundos vértices que le dan una movilidad al panorama. Y todo vibra, y todo se llena de colores, y todo se siente tangible y real, poderoso, casi parece dejar de ser sólo espuma en mi cabeza.
Suspiros, sí, profundos suspiros escapando de una boca, de unos labios que se abren y se cierran al segundo siguiente, tengo la impresión de que quiere decirme algo, pero permanece en silencio, sólo dejándome apreciar su escandalizada respiración. Yo hablo, contrariamente, y me escucha con atención, permaneciendo quieto, en su lugar, mientras sus ojos se delinean claramente y puedo mirarlo fijamente, me contempla. Electricidad, fuego creciente, cenizas, suavidad y dureza. ¿Qué es? No puedo explicarlo. Pienso en pólvora y en plumas cuando expando mis pensamientos hacia eso, humedad y flamas, desierto y eterno mar.
De pronto, la figura frente a mí, esperando pacientemente sentada en la cama, se pone de pie, mostrándome su longitud, su ansia que puedo oler, es poderosa, es profunda, se siente como la mía misma. No duda, obliga a mi cuerpo a pegarse a la cama, presionado por el peso de su propio ser que deja caer sobre mí, aplastándome, reteniéndome entre su repentino agarre, entre la fiereza de los labios.
Respiraciones agitadas, corazones latiendo con frenesí dentro de los pechos. Labios, secos y rasposos, prisioneros, justo como los de un guerrero de nuestra categoría. No, no existen contemplaciones o barreras, no existe tampoco la consideración. Brutalidad, instinto, deseo, fuego y tormentas sólo se hacen presentes alrededor, formando torbellinos que te empujan al abismo. Los torbellinos, encarnados en nuestro par de lenguas que buscan dominar al otro, tomar el control de esa lucha, pero intentarlo sólo me hace gruñir, siento perder el aire de un momento a otro, y empujo con más fuerza en el interior de su boca, como si buscara yo mismo abrirme paso a través de él y provocarle el mismo efecto que ejerce sobre mí.
Su garganta resuena, vibra y siento en mi propia boca su gruñido gutural, golpeándome. Mis dientes se afanan a su labio inferior, dedicando una mordida que lejos estaba de pasar desapercibida, pero lo veo tensarse y disfrutar, aprieta mis hombros con vehemencia en respuesta, cerrando los ojos un momento y aplastándome más contra la superficie que me sostiene. Bocas, manos, piel, electricidad, mucha maldita electricidad, y me pregunto por qué no siento negación o asco al respecto, por qué, en realidad, es más la curiosidad, el anhelo.
Roces, fricción entre las telas que nos separan, estimulación que llega a provocar tensión en los músculos de mi cuerpo, leves espasmos que me abordan con cada nueva sensación. Había calor, mucho, mucho calor. Miradas, palabras, compañía, ¿Qué era lo que habíamos hecho hasta ahora? No hay pensamiento en respuesta, sólo necesidad, sólo coincidencia, sólo impulsos que se materializaban en el interior y te hacían moverte a su entero gusto.
Un roce, otro roce, y necesito levantar la cadera para buscar más contacto con la pelvis. Dureza, mi erección palpita en lo alto, y siento la suya propia golpear contra mi muslo, buscando la misma satisfacción que yo. Me contraigo un momento al sentirlo, pero al bajar mi pelvis sólo busco volver a subir. Y lo hago: una, dos, tres, incontables veces, subo y bajo a un ritmo que él se ha dedicado a imitar, uniendo su cuerpo en contra del mío y refregándose, buscando su propia satisfacción en igual medida.
Hambre, tal vez la palabra se le parezca, sentía hambre, un hambre diferente, un hambre generada por el vacío que aún estaba dejando la situación, una escena que buscaba extenderse pero había cosas de por medio que le estorbaban y le impedían llegar al punto deseado. La ropa desaparece, y me encuentro descubierto ante él, y al míralo, no me siento ajeno a su cuerpo, mis manos, curiosas, comienzan a llenar de a poco el vacío, al tiempo que él busca llenar el suyo propio.
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Dragon Ball Z: A su lado
FanfictionMás allá de lo que se sabe de Bardock y Toma, existía una historia entre ellos que nadie siquiera podía llegar a imaginar, una conexión de años que los llevó a acontecimientos inevitables que arrastraron hasta el final de sus vidas. Dos capítulos co...