Prólogo

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- Mi nombre es el doctor Flin y ahora les pido de favor que todos presten la atención necesaria ya que nos encontramos en una crisis muy complicada en donde no sabemos que podría pasar. –

Así fue como el doctor encargado de esa investigación abrió el nuevo informe que se tenía previsto.

- Hace ya más de medio año que mi padre inicio con una pequeña gripe pero con el paso del tiempo, no mayor a dos meses, ella inicio con varios vómitos de sangre, su piel se adelgazo y se le empezó a colgar, en sus ojos se veía un sufrimiento que ni yo mismo podía comprender, sus manos estaban frías y su mente empezó a fallar. Todo eso paso ya hace menos de un mes, pero... Ahora no está para contarlo. – Se mordió el labio para poder ocultar aquel dolor que le causaban los recuerdos.

Las personas de la sala lo veían con aquellos ojos fijadores que hasta una pared podrían taladrar.

- La llamamos CH-42. Es una enfermedad que al inicio no resulta ser muy peligrosa pero al paso de los días llega a ser mortal. Se estima que en menos de tres días esta enfermedad ya acabo con el setenta y cinco por ciento de nuestro cuerpo. Como verán la forma en la que avanza es muy rápida y que a la vez no nos da mucho tiempo para poder buscar una cura.- Respiro hondo antes de proseguir. – Es momento...

Un señor de traje negro se levantó muy bruscamente, sacando una pistola de su bolsillo.

Todos en la sala se encontraban anonadados y no sabían que hacer.

- Es usted una amenaza para nuestro pueblo doctor Flin, su idea para poder combatir contra la enfermedad, está haciendo que muchos de nuestra gente cobre confianza en sí y lo que menos queremos es e. –

- Ustedes siempre quieren ganar ¿No es así?... pero esta vez no lo aran. Mientras yo siga vivo, buscare la forma para acabar con todo esto, con o sin ustedes. –

El doctor preparo sus pies para poder salir corriendo de aquel lugar.

Uno de sus subordinados lo tomo por la espalda, haciendo que aquel señor jalara el gatillo y a la vez fallara el tiro.

- ¡Corre! – Grito.

Flin, como los demás salieron por la puerta más cercana a ellos. El subordinado trato de contener a aquel señor pero una bala en la pierna hizo que él se diera por vencido. Salió corriendo de la habitación con la esperanza de poder encontrar al doctor.

Corría a tal velocidad que sus piernas no podían aguantar aquel ritmo, pasaba mesas, esquivaba enfermeras, su frente sudaba y su respiración era demasiado agitada.

- ¡Corre! ¡Corre! – Se decía así mismo.

- ¡Flin! – Escucho gritar a sus espaldas.

Con arma bajo su saco, corrió hasta llegar a las escaleras en donde vio que el doctor Flin había tropezado, ese era el momento para dispararle. Preparo el arma, apunto pero al momento de jalar el gatillo, el doctor había vuelto a salir corriendo.

Pasaron por varias ventanas de cristal, Flin ya se encontraba demasiado agitado, su bata se movía junto con él pero sus pies ya no respondían igual.

El señor de traje salio desde la otra esquina y envistió al doctor contra aquellos cristales, cayendo juntos; los vidrios salieron disparados hasta que ambos tocaron el piso y sus cuerpos reventaron.








Enfermedad CH-42Donde viven las historias. Descúbrelo ahora