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Y aquí vamos de nuevo, otro día más de verano, y yo sigo sin saber qué diablos hacer.

Con disposición de cambiar un poco la rutina me programe la noche anterior para despertarme "temprano". No funcionó. Nunca escuche la alarma y por ende dormí lo típico de todos los días de vacaciones. Hasta las 12:30 p.m.

—Vamos Ágata, haz algo por tu vida— comencé una conversación en voz alta conmigo misma.

Observe mi habitación, esto merece un cambio. Y así inició un arduo día lleno de trabajo. Y con arduo me refiero cada 20 minutos me distraía de mi tarea simplemente viendo mi móvil. Cosas ni tan importantes. gastaba el tiempo en Twitter, Snapchat o Instagram.

—¡Hija!— me llamo mi madre desde la planta baja. —¡Es hora de almorzar, baja!— volvió a gritar.

Contemplé mi habitación un momento, estaba mejorando su aspecto, el cambio le hizo bien, aunque el desorden había empeorado, montones de cachivaches o pequeños objetos que en mi vida recuerdo haber comprado estaban en el suelo, al igual que mis libros y videojuegos. Fruncí el ceño y rodee los ojos.

Bajé a la segunda planta, me di un baño rápido, no más de 10 minutos, me cambié de ropa a un short deportivo. Aunque ni hago deporte los tengo, son la cosa más cómoda del mundo. En fin, lo acompañe con una blusa, de esas que tienen como los colores hippies y de largo eran aproximadamente al muslo, para que se hagan una idea. Busque entre mis zapatos, unas hawaianas, pero no son muy comunes ya que son acolchadas.

Cepille mi cabello, naturalmente es castaño claro y largo. Más bajo que la cintura llega. Pero el verano pasado me teñí las, ahora típicas, californianas. Mire mi cabello al espejo una vez más, me estaba aburriendo de él. Continuando, lo junté todo atrás e hice una trenza común.

—¡Agata tercer llamado!— Grito, ya molesta, mi madre.

—¡Qué ya voy!— contesté molesta. Mala idea.

Estoy en riesgo, ya vendría el típico reproche de mi madre. No haces nada en el verano, ya estás de nuevo tras tu aparato. Haz algo productivo. Muévete. Eres floja, así no llegarás a ninguna parte en la vida, serás una persona mediocre. Baje la escalera ya preparada para todas sus típicas oraciones, ya célebres, por tantas veces que las eh oído.

Me senté en mi puesto de siempre, mi madre ya estaba comiendo al igual que mi tía que vive con nosotros. Hace unos 3 años que la hermana de mi madre se había mudado a nuestra casa, ella se había divorciado de su esposo. Nunca supe bien la razón por la que mis padres optaron por "adoptarla" en nuestra morada. Pero ya que, no había nada que pudiera hacer yo al respecto.

— ¿Empezaron sin mi?— dije al comenzar a comer.

Mi madre soltó una risa burlona. La miré de reojo y continue comiendo mi plato de sopa.

— Si, Agata, lo siento tenía hambre— habló mi tía tratando de alivianar un poco las cosas.

De respuesta solo obtuvo una mirada dura de mi madre y por mi parte ni levanté la mirada, prefería no hablar más en estas situaciones. Al terminar de comer, me puse de pie, Cogí mis platos sucios y los lleve al lavadero.

Eran ya las 15:00 horas y ya no tenía nada más que hacer. Decidí bajar a la primera planta, a estas alturas la relación con mi madre era normal. Un va y ven muy típico en nosotras.

—Justo te iba a llamar— me dijo al verme bajar las escaleras.

—¿Qué ocurre?— pregunte sentándome a lo indio en el sofá.

—Un compañero de tu padre quiere que le cuides a su perro unos días.

—Okay— dije entusiasmada. La verdad es que no tengo mucho que hacer.

Levanta la miradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora