cap 3

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Este era el plan: primero esperaría a que la terrícola caiga dormida, se aseguraría que realmente lo esté, sigilosamente recorrería la habitación hasta llegar a la ventana y por último, gracias a que ésta permanecía ligeramente abierta, saldría por ella para iniciar la búsqueda. Ya fuera, confiaría en que sus instintos felino y saiyajin lo guiaran hasta alcanzar su objetivo. Era consciente que le llevaría tiempo así que su paciencia se vería puesta en juego.

Vegeta escuchó el sonido de la ducha interrumpirse y algunos otros ruidos que indicaban que Bulma ya había finalizado y estaba a punto de salir. Desde aquí él debería no llamar la atención de forma que la mujer se duerma de inmediato. Presintió los pasos sobre la alfombra de la habitación y tuvo que voltear a ver. La joven llevaba una toalla blanca envolviendo su cuerpo y anudada en el pecho, y otra más pequeña enrollando su cabello como un turbante. El vapor de agua emergiendo del baño jugaba a ser niebla en un bosque y ella a un espíritu perdido con un corto vestido blanco batido por el viento. El felino agitó su cabeza. Si algo le faltaba a su mala suerte era estar sufriendo alucinaciones.

Bulma recogió su pijama del armario, el cual estaba compuesto por un top blanco muy ajustado y escotado y un short haciendo juego, dejando mostrar parte de su ombligo. Tomó aquel nudo en su escote formado por la toalla y lo desató. De un arrebato, se soltó y cayó al alfombrado suelo. Quedó completamente desnuda. Vegeta abrió sus ojos de tal manera que le ocultaban el rostro y se dispuso en posición defensiva: sus patas estiradas hacia delante pero su cuerpo empujado hacia atrás, su cola erecta y el pelaje de su lomo erizado en su totalidad.

La joven tarareaba mientras se vestía tranquilamente. Se puso la parte inferior de su ropa interior, de color rosada. Su mundo fue suspendido cuando vio al felino por la comisura de sus ojos, en una pose extraña. Al mirarlo bien, lo notó terriblemente asustado como si hubiese visto un monstruo o algo peor. Detuvo lo que estaba haciendo y se acercó a él sólo un poco.

-Oye… ¿por qué estás asustado? ¿qué has visto?- preguntó escéptica.

Pero Bulma aún permanecía con sus pechos descubiertos y, lejos de calmarlo, lo único que logró fue empeorar su demostración.

El príncipe no sabía qué hacer: quería salir corriendo de la habitación pero sus patas parecían pesadas como rocas, quería evitar verla pero sus ojos permanecían clavados en su cuerpo como flechas. Sus bien formadas piernas, sus muslos, su cadera, su sexo apenas cubierto con ese pequeño trozo de tela, su marcada cintura y sus pechos… Qué podría decir de ellos. Sus pezones parecían apuntarlo. No podía mirarla al rostro, no debía. Sus ojos azules eran la parte que más lo intimidaba.

Bulma seguía sin entender. Por supuesto que la mirada del gato apuntaba hacia donde ella estaba pero no podía deducir la causa de su reacción. Volteó detrás de sus espaldas creyendo encontrar algo. A simple vista no había nada. Observó detenidamente la pared y allí fue que lo encontró: una araña descendía desde el techo a través de su tela. Cabe aclarar que el artrópodo tenía el tamaño de una palomita de maíz. La mujer se sostuvo para no caerse de espaldas ante el descubrimiento y una gota de sudor cayó por su frente. Velozmente la araña subió y se escondió en una pequeña grieta entre el techo y la pared.

Bulma se dio vuelta y continuó vistiéndose. Una de sus cejas temblaba.

-Eres el primer gato que conozco que le teme a una arañita…- le dijo decepcionada –Bueno, siempre hay una primera vez para todo…-

Al encontrarla vestida, Vegeta se relajó. Era preferible que crea que la razón era ésa.

-Bueno…- bostezó y estiró sus brazos -¡vamos a dormir!-

Se sentó en el borde observando a su nuevo compañero de cama. Si no fuera porque se trata nada más que de un gato, eso hubiese sonado algo mal. Estaba recostado como antes, con sus patas estiradas. Cualquiera diría que era imposible estar más cómodo. Recordó a su padre decir que quizás el animal había sido maltratado y por ese motivo presentaba reflejos extraños. Quiso verificarlo.

La Maldicion Del GatoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora