Primer Amor

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Muchos tienen una mala percepción del rey del Olimpo como alguien soberbio, mujeriego y estricto al que todos deben temer. Pero el dios no siempre fue así.

Esta es una historia que ocurrió hace milenios, en una era donde la humanidad vivía en el lodo y con temor a los titanes.

Una mujer andaba por un sendero boscoso y lleno de piedras muy preocupada. Había sido un día difícil por lo que decidió tomar un paseo pero no se percató de la ausencia del chico hasta varios metros adentro.

— ¿Dónde estás?—Le llamó.

Pero el bosque permanecía en silencio de manera cómplice y dificultándole el paso, vadeó otro arroyo con la angustia y el disgusto creciendo en su interior.

— ¡Sal de donde estés!—advirtió. — ¡Por favor!—

Ni un sonido se escuchó, nada de animales entre los arbustos ni pájaros en los cielos, justo como quería pero aun así no dejó de preocuparse.

—Ya basta de juegos jovencito, ven aquí ahora!— amenazó.

Siguió por una línea de árboles hasta despejar unos arbustos y encontrar con una caída alta de roca, el bosque continuaba extendiéndose abajo en el valle, era un lugar hermoso y pacífico para vivir, lejos de los palacios y las ruidosas fiestas, un lugar secreto y privilegiado que habían escogido para él. No se daba cuenta que la vigilaban, unos ojos divertidos y sagaces, espiando a la mujer con una risa contenida.

La mujer curvo sus labios sin dejar de ver el cielo naranja del atardecer y el río que partía en dos el valle.

—Bueno...— balbuceó. —...ya aparecerá por la mañana—

Fingió darse vuelta cuando saltó de los arbustos y se agachó, una figura larga pasó por encima y cayó al vacío en un medio grito chillón.

La mujer se volteó al precipicio otra vez contando tranquilamente, cuando llegó al diez el apareció flotando en el aire frente a ella con una amplia sonrisa traviesa.

—Ay Zeus...—

El jovenzuelo carcajeó.

Ambos dejaron el precipicio y regresaron a la montaña, el hiperactivo muchacho no dejaba de exclamar que casi la atrapaba esta vez mientras ella fingía darle la razón lo cual exasperaba un poco al joven, como si esperara que la mujer fuese un desafío mayor para él.

—Eres un muchacho muy salvaje ¿Lo sabías?—le sonrió.

— ¡Claro!— exclamó admirándola.

La mujer era muy hermosa, su cabellera dorada brillaba con los rayos del sol que se filtraban entre las ramas y las hojas de los árboles cayendo sobre sus hombros delgados y angostos, un rostro elegante con ojos verdes tan profundos que se perdía en ellos cada vez que la miraba, sin duda era la ninfa del bosque más hermosa que había conocido.

—Y dime Cino, ¿has pensado en lo que te dije?—

La chica sonrió nerviosa.

—Pues mi respuesta es la misma—

El joven refunfuño.

La mujer rodeó sus hombros con uno de sus delicados brazos, por la diferencia de estatura tuvo que agacharse un poco aunque sabía que pronto él la vería de frente y no alzando la vista como ahora, o eso es lo que Rea le había dicho.

—Todavía no estás listo—le habló con tanta dulzura que su enojo se diluyó volviendo a sonreírle. —Pero llegará pronto el día—

Un fuerte sonido llamó su atención en un claro del bosque, ambos voltearon y vieron la columna oscura de energía con líneas rojas y azules ascendiendo al cielo, aun pese a la distancia podía sentir una pizca de las ondas malignas que emanaban, la misma energía que lo ponía serio.

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⏰ Última actualización: Dec 23, 2015 ⏰

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