2.De miel y apariencias

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Darkier siempre había sido un hombre goloso, tanto como para dejar su estudio de aves a las doces por el simple bocadillo de calamares con cebolla caramelizada con un toque de miel. Su excusa perfecta era pensar que si lo dejaba para más tarde los mosquitos ya habrían finiquitado su peculiar manjar. A veces hasta parecía que estaba en trance entre mordiscos. Es curioso como un simple científico en medio de la nada se siente el hombre el hombre más afortunado del mundo. Por desgracia, no era el único que lo pensaba y antes de que pudiera darse cuenta tenía una bestia parda encima.

Los chillidos desesperados de Darkier resultaban ridículos - ¡Auxiliad-me!, ¡auxiliad-me!- (y por supuesto más con el lenguaje culto).

Todo era inútil, la bestia parda le echaba todo el aliento en la cara y oprimía todo su pecho. estaba cerca, cada vez más cerca. Darkier había malgastado toda su vida su vida entre animales sin tener contacto con  ningún humano y ahora llegaba a su fin. Cerró los ojo.

Nada de esto aparentaba tener sentido, la bestia se comía el bocadillo de Darkier sentado sobre él, éste ya no respiraba.

La luz empezaba a filtrarse por sus párpados, los abrió de par en par hasta el punto de cegarse por un momento. Cunado despertó estaba desnudo.

-¡Jodeeeeeeeeeeer!- Así acabó el refinamiento de Darkier. Aunque lo increíble después de todo es que estuviese vivo. Tapado con una especie de pañal de hierbas que resultaron ortigas salió corriendo entre grito hasta meterse en el lago y no estaba solo, unos ojos medio verdes lo miraban fijamente. Unos ojos medio verdes que se estaban quitando su ropa.



Viaje sin destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora