El último vals

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Laira se coloca las arracadas de plata frente al espejo. Sus labios llevan un tono coral y lleva puesto un precioso vestido verde sin mangas que Laira le ha regalado. El más bonito que ha tenido hasta ahora. Sus manos están envueltas en guantes blancos de tela fina y su cabello cae en caireles de un elegante peinado.

Se ve al espejo, y se siente hermosa. Se siente realmente feliz y sus ojos brillan. Aunque, pensándolo bien, es un sentimiento distinto de la felicidad. Amor, ¿quizás?

Se quita uno de los guantes y toca suavemente sus labios con los dedos. El beso de Alas, su amado Alas, sigue ahí. Será suyo para siempre.

Después recuerda el motivo de esa fiesta. Es unos días antes de Nochebuena, y es para celebrar el regreso de Alas. Sin embargo, también es para anunciar su compromiso con Eleonora. Alas prometió a Laira que no permitiría que llegase tan lejos. La joven mangas verdes no puede evitar preguntarse cómo lo impedirá.

Unos toquidos en la puerta interrumpen sus pensamientos.

—Laira, ¿puedo entrar? —es Eleonora.

Laira traga saliva. No sabe cómo mirarla después de aquella noche. Decide que debe contárselo cuanto antes. Suspira, y se traga su miedo.

—Adelante. —responde cordialmente.

Eleonora abre la puerta y entra trastabillando, sin ningún dejo de elegancia. Laira se vuelve hacia ella, arqueando las cejas.

—Vaya, qué nerviosa estoy. —mira a Laira con ojos de loca. —¿Cómo me veo? —pregunta, desesperada.

Laira la examina. Está enfundada en un largo vestido rojo y lleva un collar de oro en el cuello. Lleva los mismos guantes del mismo material que ella. Su cabello está peinado elegantemente en un chongo, y se le ha ido la mano con el labial.

—Te ves muy bella, Eleonora. —le asegura. —Pero hay un pequeño detalle.

Laira coge un pañuelo de su mesita de noche y lo pasa suavemente por los labios de Eleonora hasta que sus labios toman un color carmín casi natural.

—Mejor. —dice Laira, con una sonrisa.

Eleonora le sonríe de vuelta.

—Gracias, Laira. No sé qué haría sin ti.

Eleonora se planta frente al espejo y retoca los últimos detalles. Laira la mira fijamente arreglarse frenética. Tal vez debería decírselo ahora. Tal vez sea mejor ya.

Pero en ese momento Eleonora se vuelve hacia ella y se enfrenta a su mirada bañada en marrón. Su mirada gentil y pura. Y su mente queda completamente en blanco.

Eleonora esboza una media sonrisa.

—¿Qué tienes? —le pregunta extrañada.

Laira parpadea rápidamente y niega con la cabeza.

—Nada, no me pasa nada. —asegura, y lo complementa con una sonrisa.

—Entonces debemos irnos, que vamos un poco tarde.

Eleonora sale por la puerta de prisa, y Laira sale tras ella.

No. Jamás podría romperle el corazón de ese modo.


Ya en el baile, Laira encuentra en seguida a Alas con la mirada. Charla animadamente con otro conde (¿o es un duque?) y lleva una copa de bebida burbujeante en la mano.

Al verla bajar las escaleras, su mirada se congela en ella. Ella le sostiene la mirada, sintiendo un ligero rubor en las mejillas. Alas le sonríe, y Laira sonríe de regreso. Esta noche, se ve especialmente apuesto.

GreensleevesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora