Lorrain

34 3 2
                                    

Oí gritos procedentes de las calles más próximas al acantilado. Gritaban, no dejaban de gritar;

"-¡Musulmanes!¡Vienen los musulmanes!"

No pude aguantar la presión, la tensión se me bajo y me desmayé.

...Unas horas más tarde...

- Hermana, corre despierta-eso decía Patricio, o al menos que yo recuerde- ¡Tenemos que escapar, despiertate rápido por todos los dioses!

De entre mis labios salió un pequeño quejido seguido de un leve bostezo, mis ojos se abrieron de par en par, seguidamente empezaron a pestañear debido al destello del sol de pleno agosto. Después empezé a acercarme hacia Patricio, que inspeccionaba sigilosamente la zona desde la ventana de aquella segunda planta. la trampilla para bajar al bajo estaba sellada con pilas de madera.

Las estanterías llenas de libros de medicina y aquel techo inclinado; debido al diseño exterior de la vivienda me recordaban a aquellas tarde de estudio y concentración para los examenes de la universidad, en la que había conseguido entrar con tan solo 16 años por mi gran facilidad para con esa materia, la medicina.

Mi hermano estaba allí, encorbado y con una cara de pánico que le hacía parecer mayor de la edad que tenía, su cabello de tono rubio platino se le posaba sobre aquellos ojos verdes. Se giró y se acercó a mi evitando hacer crujir la madera.

Sus ojos me miraron penetrantes obteniendo mi máxima atención.

-Debemos huir Lorraine, ellos han venido, y volverán- se estremecía él- ¡Han matado a padre Lorraine, lo han hecho!

Mis ojos se llenaron de lágrimas sin poder hacer nada, perdí el control, y justo cuando pensaba que también la consciencia..

-¡Vuelve!, ¡nos vamos!- a la vez que me sacudía bruscamente, le dije que no tenía fuerza y me colgó de su espalda mientras se levantaba con cuidado de no chocar con el techo inclinado.

Patricio ató a la estantería una cuerda que había fabricado con las sabanas de la casa, abrió la ventana y tiró la cuerda con el objetivo de deslizarse por ella. Se aseguró de que estuviese bien sujetada a su espalda, se apolló en la ventana y se deslizó rapidamente por las sabanas, desgraciadamente la estantería no aguantó y al desplomarse generó un ruido estremecedor que captó la atención de un musulman armado que montaba guardia no muy lejos de allí.

El musulmán se percató de su presencia y empezó a correr hacia ellos. Patricio comenzó a correr con el embarcadero como dirección, saltaba por los tejados de las casas para poder bajar al nivel del mar lo antes posible, una vez llegado a la ultima fila de casas, las más próximas al acantilado, saltó al mar sujetandome a su espalda, en esos momentos yo recuperé la fuerza pero asustada me apreté a su cuello.

Patricio saltó y los dos caímos en el mar, uno encima del otro, miramos hacia arriba y vimos que el musulman había llamado a otro que parecía ir con algo parecido a una ballesta y nos estaba apuntando. Nadamos hacia el embarcadero que gracias a los cielos estaba tan solo a unas brazadas que además, desde allí no se podía ver la ciudad por lo que ellos tampoco podrían vernos.

Escalé por uno de los troncos que levantaban dando lugar a aquel
muelle, Patricio hizo lo mismo. Había solo dos balsas en ese momento así que nos subimos los dos en una. Mi hermano, uno de los mejores navegantes de la ciudad con tan solo 20 años, preparó todo para poder navegar sin problemas.

Empezamos a navegar y seguidamente divisamos una pequeña isla desierta no muy lejos, a la cual nos acercamos y desembarcamos. Al bajarnos subimos por una leve colina, la cima de la isla. Desde allí se podía ver todo el mar y el horizonte.

-Cojeremos provisiones, parece haber algunos animales y bastantes arboles frutales. Después pasaremos aquí la noche, podemos hacer una hoguera frente a la costa- Decía Patricio sin apenas importarle si le escuchaba o no- Y mañana partiremos con dirección sureste.

El Imperio del Sol del EsteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora