Amnistía
La tortura a la cual había sido sometido había acabado ya con mis sentidos. Recuerdo ya no sentir nada, no oler, no escuchar, ya ni siquiera podía diferenciar el gusto salado de la sangre saliendo de mi boca, sin embargo, podía ver todavía.
Una silueta obscura y borrosa podía verse aun frente a mí, una sonrisa macabra, unos profundos ojos que podía jurar haber visto de color rojo, como si se tratase de un demonio. Luego de la segunda hora había dejado de gritar, un poco después, deje de sentir dolor. Lo último que logre escuchar fue la manera en la que el llamo a ese método de tortura ''Privación de los sentidos por trauma neuronal severo. '' Lo cual explico diciendo que al activar varias zonas de dolor al mismo tiempo, el cerebro no puede ordenar todos los impulsos que llegan de manera errática y al ser incapaz de decodificar toda la información, simplemente terminaba colocándose en un estado de ebriedad. Tarde o temprano moriría, y no por el dolor, ni por haber perdido sangre, sino porque mi cerebro se apagaría y dejaría de funcionar.
Lo veía mover sus labios, pero no lo escuchaba, no podía. De vez en cuando lograba entender, una que otra palabra era fácilmente legible. ''dolor, cansancio, amnistía, arrepentimiento. '' Fueron algunas de las que logre identificar, y no lo hice solamente por hacerlo, necesitaba mantener a mi cerebro funcionando, aunque si él quería matarme podía hacer sin ningún problema y en cualquier momento.
Luego de que otra hora pasara solo podía pensar en Jadé. Sus ojos, sus labios, el tacto de sus manos. El de cualquier otra persona era frio, como la carne, pero sus manos irradiaban calor, ella en si significaba calidez y confort, era como volver a casa luego de un largo y difícil día, un calor revitalizaron. Como si no importara lo grande que fuera el problema, con solo tocarte podía hacerte olvidar cualquier mal pensamiento, solo con tocarte podía llevarte de la tierra al cielo, hacer que los latidos del corazón se dispararan. Así era. Y no iba a poder nunca decirle eso, decirle que desde que la conocí, aun en este lugar, lo único que quería era estar junto a ella; aunque doliera, a pesar de lo que pudiésemos llegar a pasar, a pesar de todo. Se había convertido en la única razón por la cual seguía con vida, y seguía siéndolo, pues todavía el pensar en ella le daba a mi cerebro una razón para seguir maquinando.
Cerré los ojos un segundo, luego volví a abrirlos. Los parpados me pesan y el tiempo comienza a hacerse más lento, como si nunca acabara. Lucho por mantener los ojos abiertos, lucho por no caer en ese sueño final y definitivo, pero el calor que siento me da comodidad suficiente como para mantener los parpados abajo.
Cuando abro los ojos, extrañamente siento como si hubiera recuperado los sentidos; empiezo a buscar con la mirada al sujeto del bosque... pero no está, no sé en donde estoy exactamente. Doy pasos torpes, mientras poco a poco obtengo noción de en donde me encuentro, el suelo es de madera, madera de roble, y las paredes son de ladrillo, hay un elegante juego de muebles y tras ellos una ventana por donde ingresaba la luz del día. Sigo caminando, mientras comenzaba a sentirme familiarizado con el entorno en donde me encontraba.
Al atravesar el marco de ladrillo que daba a la siguiente habitación me encuentro con un espejo de cuerpo completo en donde puedo verme. Era yo, de eso estaba seguro, pero traía ropa diferente. Un pantalón casual y elegante, un saco y corbata e incluso un reloj de oro, llevaba el cabello peinado, era extraño tener esa visión de mí, como si me fuera ajeno a mí mismo.
—Creo que se te ve bastante bien.
Al escuchar aquella familiar voz, volví la mirada, mis pupilas se dilataron casi inmediatamente y corrí sin control, era Jadé, vestida también de manera elegante y con un olor bastante peculiar. Ella me abrazo, y yo le devolví aquel abrazo, como si fuera el último, como si no volviera a abrazarla nunca más.
—Estas bien. — Dije ocultando un sollozo en mi temblorosa voz. — Estas bien Brown, no pensé que volvería a verte.
Las lágrimas comenzaron a descender por mis mejillas a medida que el abrazo se extendía, ella coloco ambas manos a los lados de mi cara, me miro.
—No me alejare nunca de ti.
— ¿Sin importar que? — Seque mis ojos y le devolví la mirada.
—Si me quieres contigo ahí estaré, y te cuidare.
— ¡Yo soy quien debe cuidarte a ti! — Dije sonriendo, casi sin poder ocultar la felicidad que sentía. — Por favor, nunca te alejes.
Sus manos me halaron hacia ella, y sus labios detuvieron mi avance. Nuevamente nuestros labios se encontraban, y aquella sensación no podía ser superada por nada. La sensación de sentirte vivo.
Nuestros labios se separaron finalmente, ella sonrió y me miro sonrojada. Pocas cosas me habían parecido tan hermosas a esas alturas de mi vida.
—Vamos. — Dijo ella, luego tomaba mi mano. — Vivamos.
Y volví a cerrar mis ojos, pero esta vez cuando los abrí... ella ya no estaba, ya no estaba en mi hogar. Otra vez el bosque, otra vez la fría niebla... volvía a sentir.
—Leonen, me avergüenza el hecho de que tuve que salvarte aun cuando te dije que debías hacerte más fuerte.
Aquella voz era inconfundible, aunque la silueta seguía siendo borrosa, el resplandor azul de esa gema no podría olvidarlo nunca.
—Eres tu... otra vez eres tú.
—Soy yo. — Dijo el quien dejo mi espada a un lado de mi cuerpo y junto a ella una gema de color blanco.
— ¿Me has seguido hasta este lugar? — Pregunte mirándome absorbido por la obscuridad mientras volvía a recuperar la lucidez.
—Te he salvado la vida. — Sonrió. — Únicamente para poder quitarte la vida yo mismo cuando esté listo para hacerlo.
Un sentimiento de nostalgia diferente a cualquier otro me invadió, mis heridas estaban sanadas, no podía creerlo.
—Es hora de que yo me vaya. — Se levantó del suelo, una fogata brillaba a unos metros de mí. — Volveremos a vernos luego Leonen. Aunque quizá la próxima vez, será la última.
Comenzó a caminar, pero antes de que diera otro paso logre incorporarme y sentarme al menos.
— ¿Por qué yo? — Dije casi a punto de levantarme. — ¿Por qué estás tan empeñado en ser tu quien me mate?
El no respondió de inmediato, solo dio la media vuelta y volvió a colocar la capucha sobre su cabeza.
—Por qué lo sabrás después, a su tiempo. Y no podras evitarlo, no si sigues perdiendo el tiempo con sentimientos inútiles. — Dio sus primeros pasos lejos del fuego. — Por cierto. — Hizo una pausa. — A dos kilómetros al norte esta una cabaña, en ella está la chica, sigue con vida, pero sigue bajo las ataduras de Almend.
—Gracias. — Dije reconociendo que él me había salvado la vida.
—Solo lo he hecho porque quiero ser yo quien ponga fin a tu vida. — suspiro. — Pero eso ya lo he dicho suficiente.
No paso más que un segundo antes de que el desapareciera en el aire, dejando tras su paso un extraño sentimiento de inseguridad.
Me levante del suelo, tome mi espada y la gema en el suelo. Tal y como lo imagine tenia energía, pero mucha más de lo que hubiera imaginado. Una vez la apreté en mi mano, una extraña luz comenzó a emanar de mis gemas y en un abrir y cerrar de ojos, la sensación que estas daban cambio de forma drástica.
Las mire con detenimiento, ya no estaba la letra D, la los de la fogata iluminaba con un sentido bastante artístico la gema y hacia relucir la ahora letra C que se encontraba dentro de ellas, ambas. Por un momento sentí un peso extraño en las manos, pero olvide aquello y me prepare para ir por Jadé, ella estaba viva, y yo me encargaría de que siguiera así.
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Dignos - Gems Of Gods #1
ParanormalLas personas desaparecen, se esfuman sin dejar rastro, luego de cuatro años nadie pudo aun descifrar el porqué, pero todos viven con el terror constante de ser los siguientes. ¿Estarias dispuesto a matar para sobrevivir? Es la pregunta que este jove...