Baby.

1K 77 13
                                    

Nota: Escuchad el vídeo con auriculares puestos. No obligo a nadie a verlo, por lo tanto no me encargo de ataques al corazón o traumas.

Y ahora a disfrutar de la lectura mis queridas fujoshis. (づ ̄ ³)

Después de que mi padre me vendiera al conocido señor Park, fui tratado como el muñeco de ese mismo. Me usaba para complacer cada estúpido y asqueroso deseo sexual. No me quejaba, él me dio una casa en la que poder vivir, comida, ropa, él me dio algo que mi padre no me pudo dar desde que cumplí los dieciséis. Yo seguía usando ropa de cuando era más joven, ya que tampoco había crecido demasiado, y vivía gracias a los centros para familias sin techo.

Extrañaba a mi padre, realmente me gustaría verlo de nuevo y saber si está bien y si vive como todo ser humano debería vivir.

-Baek, el señor te llama.- La mujer encargada de la limpieza de la casa era encantadora, desde que había llegado a este lugar me había tratado cono al hijo que nunca llegó a tener y, bueno, para mí ella fue mejor que mi supuesta madre, esa que nos abandonó a mi padre y a mí en cuanto pudo.

-Dígale que ahora mismo voy, debo ponerme el uniforme.-

Sí, cada persona del personal tenía un uniforme característico. El de Minyu era un vestido largo, azul y blanco, en realidad se parecía mucho al traje de Alicia en el país de las maravillas. El mío, en cambio, era más bien como... ¿cómo decirlo? Cuando me lo ponía parecía una puta. Era un vestido (cabe decir que yo era muy masculino antes de llegar a esta casa) muy corto, tanto que se me veía la ropa interior, ropa interior que también era parte del uniforme. Unas braguitas de encaje con lacitos a los lados. Todo mi uniforme era de un color rosa pastel, algo que lo hacia todo más femenino, y si eso no le llegaba, tenía que ponerme unos lacitos en mi cabello rubio, lacitos que combinaban con los de mis bragas a la perfección.

Me fui a mi habitación, después de pasar dos años viviendo en esta casa ya no me perdía buscando mi habitación, por lo que edta vez llegué a ella asombrosamente rápido. Busqué en mi increíblemente grande armario (era tan grande como una habitación de una casa corriente ya que mi habitación era enorme, completamente enorme) mi uniforme, colocándomelo en seguida para no tener que hacer esperar al señor de la casa.

Es extraño haber pasado ya dos años en este lugar y seguir sin tener idea de en qué trabajaba mi dueño, nadie lo sabía, y si alguien se enteraba no me lo querían decir por alguna extraña razón.

Acabé de vestirme y peinarme, y me dirigí a la oficina del señor Park, había tardado demasiado, ahora me castigaría. Di dos pequeños golpecitos en la gran puerta que daba a su oficina. Se escuchó la voz de mi dueño, permitiéndome entrar y así lo hice.

-Has tardado mucho, mi precioso Baekhy.- Su voz grave y ronca podría erizarle la piel a cualquiera, sigo sin poder creer que este hombre sea más joven que yo, por poco, pero así era.

-Lo siento, señor. No volverá a pasar.- Me disculpé agachando levemente mi cabeza. Yo había colocando mis manos detrás de mí, agarradas entre ellas, como si se tratase de un niño pequeño que va a recibir unos azotes por parte de su padre. Lo único distinto es que esto no me iba a dejar el culo rojo, me lo iba a romper, y no se trataba de mi padre, ¡y menos mal! Que imagen más turbia.

-No quiero castigarte, Baekhy, pero no me dejas otra opción.- Bajó sus piernas de su escritorio, y se colocó en su silla como una persona normal haría. Hizo un gesto con la mano para que me acercara a él, moviendo su dedo indice mientras me miraba como un lobo a punto de comerse a su presa.

Mis piernas comenzaron a moverse hacia él, y ya cuando me coloqué frente a Park, éste me miró de arriba a abajo relamiéndose los labios de un modo completamente sexy. Yo le miraba como un gatito abandonado, no quería que se pasase con el castigo y además, sabía que cuando yo le miraba de ese modo tan tierno, él se volvía loco. Ya conocía sus puntos débiles, y me encantaba usarlos a mi favor.

Baby. [Baekyeol.]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora