Capítulo 3

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―Disculpe, señor, ¿Podría indicarme si ésta es la dirección del edificio?

―Pues... es correcta, joven.

El uniformado policía le devolvió el papel al moreno y se alejó patrullando la zona. Kanon maldecía a su antiguo jefe por confiar ciegamente en él. No podía creer que la dirección entregada pertenecía a los edificios de las Doce Casas, institución privada de importante renombre en Grecia. El descontento visceral luchaba encarnizado contra la razón prudente del joven peliazul. Al final, tomó la decisión de entrar y averiguar el paradero de su hermano antes que la cobardía le aconsejara.

Ingresó por las finas puertas de cristal y sus pupilas se contrajeron al toparse con diversas multitudes de gente caminando, gritando, platicando y corriendo por el enorme pasillo. Inmediatamente, creyó haber entrado a otra dimensión de la cual no pertenecía como miembro. Tantos adolescentes lo aturdían, cuales energías chocaban y rebotaban contra su fornido cuerpo.

Costándole trabajo para tragar saliva, atravesó la marea de jóvenes que se dirigían a clases, hasta que llegó a una tranquila explanada. En ella se encontraba en un local pequeño que era –quiso suponer – la cafetería del colegio. Se acercó al recibidor para pedir un café cargado. Necesitaría energía si quería encontrar a su gemelo. Fijó su atención a la señorita que despachaba y saludó tímido:

―Buenos días, voy a querer un café cargado sin azúcar y con tapa, por favor.

―Claro que si, profesor, ¿Esa camisa es nueva? ―Preguntó en una sonrisa la chica. Sin prestarle importancia al mote, respondió más animado:

―Sí, me la acabo de comprar de camino a aquí.

―Se le ve muy bien. ―Opinó la chica. Kanon observó que en el mandil traía bordado el nombre de Psique. ―En seguida sale su café, ¿Le molestaría si espera en una de las mesas?

―No, gracias.

Después de pagar el importe del aromático elíxir, tomó asiento en una mesa alejada del local para tener más visibilidad. No creía que Saga había cambiado mucho de él después de catorce años sin verse. Claro, eso era ilógico si se tenía un gemelo, aunque había rasgos que los diferenciaban cuando crecían...

***

Corría cruzando a los estudiantes que lo saludaban llegando a la cafetería que frecuentaba cada hora. El Sol estaba en el cenit del día y le producía demasiado calor. A pesar de las altas temperaturas, siempre se relajaba bebiendo su acostumbrado café en las mesas de espera. Las clases con sus alumnos lo estresaban y ese día no era la excepción. Tenía dos horas de receso antes de su última clase y deseaba disfrutarlas al máximo. Se acercó a la barra y saludó animado a la recepcionista:

―Hola, ¿Ya tienes mi pedido?

―Sí, profesor... ―Se detuvo al mirarlo y preguntó extrañada. ― ¿Por qué se puso el saco si hace tanto calor?

―No lo sé. Es la costumbre, ¿No crees?

La chica le hizo un gesto con la mano en lo que entregaba su orden. Saga sonriendo con todo el personal, no había prestado atención a las demás personas que tomaban sus bebidas y esperaban. Psique dejó en la barra de mármol su café mientras recordaba lo dicho:

―Aquí tiene, profesor: un café cargado sin azúcar y con tapa...

―Gracias por agregarle la tapa, Psique. Para la próxima vez no se la pongas, ¿Si? ―La joven asintió confundida. ―Si un profesor me busca, dile que estoy en la Biblioteca estudiando y, si es un alumno, que no moleste, por favor. ―La asistente iba a decirle algo, pero Saga tomó el vaso de unicel y se alejó hacia la salida. Quería repasar sus apuntes en un lugar tranquilo y decidió que el sitio ideal sería en la biblioteca.

***

Había pasado media hora sin que su café estuviera listo, por lo que se dirigió a la barra. La chica se sorprendió por su aparición y le preguntó:

― ¿Ya terminó de estudiar sus lecciones, profesor?

― ¿Lecciones? ¿De qué hablas, niña? ―inquirió confundido. La chica trató de recordarle:

―Sí, usted me dijo que iba a ir a la biblioteca a estudiar...

―Bueno, como sea, ¿Ya tienes lo que te encargué?

―Pero si ya se lo llevó y... ¿No se había cambiado de camisa? ―aquello desconcertó a Kanon. ¿Quién se había cambiado? ¿Acaso esta chica había perdido la razón o tal vez...?

No esperó más explicaciones y analizó la situación de inmediato. Una chispa recorrió algunas de sus neuronas y salió corriendo directo a la citada aula... corría entre los pasillos hasta que recordó algo primordial: ¿Dónde estaba la biblioteca? En ese momento, pensó en todos los insultos que sabía y los dirigió hacia él, ¿Cómo pudo olvidar ese detalle tan importante?

Enojado consigo mismo, caminó entre el alumnado hasta que tomó a un chico de aspecto rudo para preguntarle con frialdad:

―Oye tú, ¿Sabes dónde queda la biblioteca?

―Profesor Saga, ¿Tantos años aquí y no la ha visitado? ―Se burló el muchacho. El gemelo estaba perdiendo la paciencia, por lo que lo acorraló en la pared más cercana y le contestó con sarcasmo:

― ¡Claro! ¿Cómo pude olvidarlo? ¡¿Será porque mi nombre es Kanon, estoy buscando a Saga y no he pisado este sitio NUNCA?! Ahora dime, ¿Dónde está la Biblioteca?

―Por ahí... ―Señaló el asustado chico uno de los pasillos y sin esperar un segundo más, caminó hacia dónde le había indicado. Entró al dichoso lugar y se dedicó a explorar la sala de lectura sin obtener alguna pista de su hermano. La desesperación se había apoderado de su razón y salió del aula, abatido...



Cuando el destino nos alcanceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora