Resultó que Trex vivía a unas cinco manzanas de mi casa, por lo que subimos al mismo autobús.
Para ser un chico que estudia en un lugar como el Instituto Foster, era divertido y hasta agradable.
Lo que no fue agradable fue llegar a mi casa. Lo primero que noté fue el silencio mortal que rondaba por todo el lugar. No se escuchaban las peleas de Sean y Seth ni tampoco las charlas aburridas de universitarios de Jay y Jeremy, ya que a esas horas debías de haber llegado.
—¿Hola? —pregunté débilmente.
—Sierra Annabella Morrison, ven a la cocina —escuché decir a mi padre desde la otra habitación.
Cerré mis ojos y maldije en voz baja.
Caminé lentamente, y me asomé en la puerta de la cocina, vislumbrando a mi padre apoyado en la mesada con los brazos cruzados y el ceño fruncido.
—Yo... —comencé caminando hacia el interior.
—No lo puedo creer. ¡El primer día de clase, Sierra! —exclamó, volviendo su rostro roja y haciendo temblar la vena de su frente.
Me quedé callada, sin ninguna excusa buena para salir de esta.
—Ninguno de tus cuatro hermanos me dieron tantos problemas como tú —dijo con voz más calmada, aunque dura.
—No sabía que me castigarían por dormir en clase —murmuré en voz baja, sintiéndome nuevamente como una niña de cinco años que rompió los platos de la alacena por querer alcanzar las galletas del fondo.
—Eso es algo obvio, Sierra —suspiró pasando sus manos por su rostro —. Creo que tu abuela tenía razón y debí enviarte a ese internado.
Fruncí el ceño e hice una mueca de repugnancia, recordando a la perfección cuando mi abuela materna, Monique, opinó, tres años después de la muerte de mi madre, que lo mejor para mi era enviarme a un internado para niñas problemáticas.
—Solo lo dices porque estás enfadado conmigo —dije —. Sino, ¿quién vería contigo Los Records Más Estupidos del Mundo?
Me miró con sus ojos avellanas, los cuales ninguno de mis hermanos y yo sacamos. Mi padre siempre dijo que tenemos los ojos, el carácter y la honestidad de nuestra madre. Pero principalmente decía que yo era la viva imagen de ella; sus ojos grandes y celestes, cabello oscuro, largo y lacio y la estatura baja.
Los pocos recuerdos intactos que conservaba de ella, me dejaban ver que era una mujer hermosa, de esas que las personas se detienen en la mitad de la acera para apreciar y con un corazón tan grande como podía caberle en el pecho. A mis siete años, ella era lo más cercano a una reina de cuento de hadas de lo que alguna otra niña podía llegar a ver en películas.
—Ve arriba con tus hermanos —dijo con un suspiro —, están ansiosos de saber cómo te fue.
Asentí y me fui de ahí directamente hacia las escaleras. Subí en dos en dos y me encontré con cuatro muchachos sentados en el suelo frente a la puerta de mi habitación.
—¿Estás castigada? —preguntó Jay levantándose, seguido de los demás.
—No, por suerte —dije abriendo la puerta blanca y adentrandome a ella, con mis hermanos pisandome los talones.
—¿Cómo te fue hoy? Exceptuando tu castigo —curoseó Jeremy —. Los Sx2 nos dijeron que la directora te llamó a verla.
Miré a Sean y Seth, los cuales me lanzaron sonrisas de no-rompo-ni-un-plato.
Los Sx2 se refería a dos de los tres trillizos, o sea, Sean, Seth y yo. Mi padre nos nombró como los Sx3 ya que, bueno, vinimos tres en un solo embarazo y las iniciales de nuestros nombres eran las S's.
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Jugando Contra las Reglas© (Cancelada)
Teen FictionSierra no juega limpio, pero nunca esperó terminar ensuciada en su propio juego. Novela registrada en SafeCrative. Codigo: 1508164892800. Prohibida la copia parcial o total de la obra. Todos los derechos reservados.