La historia de un joven llamado Albert Brown.El timbre lo sacó del pesado sopor de la resaca. Lo primero que hizo fue cubrirse los ojos con las manos: por la ventana entraba una luz impiadosa y tórrida. Ya había amanecido, era la mañana o la tarde del veintiséis de diciembre. El timbre volvió a sonar y el hombre farfulló algo y se levantó.
En el instante antes de abrir la puerta se dio cuenta de que estaba vestido únicamente con calzoncillos (manchados), entonces regresó al dormitorio y se vistió. Volvió a la puerta. Abrió. Un chiquillo, de no más de seis años, lo miraba con una furia turbadora. En su mano sujetaba un camioncito de juguete.
-Yo no te pedí esto, Santa- dijo el niño, sin dejar de mirarlo de esa manera tan perturbadora-. No te pedí un camión. Te pedí un juego para la Play, la última versión de "Call of Duty".
-¿Ah?- dijo el joven, tratando de acomodar sus ideas.
-No quiero este camión- repitió el niño-. Quiero mi juego. Te lo dije bien claro ayer, en la juguetería. No quiero juguetes. Este camión es una porquería.Se lo arrojó a los pies y se le quedó mirando, a la espera de una respuesta. El joven se apoyó en el marco de la puerta y luego alzó la vista. La calle estaba desierta; la mugre de los festejos de la noche anterior aún permanecía en las veredas.

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Niños Asesinos
HorrorCuando llega la Navidad, lo que surge es un espíritu de celebración, camaradería y buenos deseos. Sin embargo, para algunos es el fuego en la mecha de una bomba que está por estallar. Si el resentimiento brota y no hay razones para festejar, ciertas...