Es una pena perder la capacidad de asombro porque dicha condición nos conduce al estancamiento, del estancamiento al aburrimiento y este último demonio es el amante por excelencia de la tristeza.
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Es una pena perder la capacidad de asombro porque dicha condición nos conduce al estancamiento, del estancamiento al aburrimiento y este último demonio es el amante por excelencia de la tristeza.