Capítulo 13

62 7 3
                                    

Míah

Ahora me encontraba caminando lentamente hacia mi padre, quien se encontraba durmiendo.

Ciertamente yo sabía que mi padre en pocos días volvería a casa, y que lo que le ocurrió no llegó a un caso extremo, gracias a Danton. Pero, tan sólo el hecho de verlo ahí, sin habla, conectado a algunos tubos, y débil frente a mí; me hacía llorar.

Créanme, nunca querrán ver a sus padres en una camilla, dentro de una habitación blanca, y que no puedas ver sus ojitos brillar, ni escuchar su voz hablar.

Ahora mi padre no podía hacerme bromas, ni cuidarme. Pero, por supuesto, eso yo lo haría con él.

Me encontraba sentada frente a él, acariciando con mi pulgar su mano. Y con mi otra mano acariciaba su sedoso cabello.

–Padre, Lucas y yo ya habíamos ordenado una pizza para cuando llegaras. – hablé por lo bajo. –Pronto volverás a casa, pero, me duele el pecho de saber que no te tendré varios días conmigo papito. – Di un sonoro beso a su mano.

–Deberías saber diferenciar entre una persona en coma, y una que está dormida. – Lo escuché hablar, con su voz gruesa pero somnolienta. Abrí mis ojos alegremente, abrazándolo por encima con alegría, pero también, con mucho cuidado.

–¿Qué cosas dices papá? ¡Ay! Extrañaba escucharte. – chillé en su pecho.

–Digo que, todo eso que me dijiste era como si estuviera en coma, y no hija, estaba jodidamente dormido soñando que tenía diecinueve, pero tu voz chillona me volvió a la realidad. – Dijo y no pude evitar soltarme a carcajadas. A eso me refería.

–Por fin aceptas que ya no estás jovencito papá. – Dije acurrucandome más en él.

–¡Hey! Yo nunca dije eso, estoy en mi mejor momento. – Dijo y yo me separé de él.

–Tienes razón, eres guapísimo y con ese humor que te cargas, pareces de veinticinco. – Le dije con los ojos rojos de tanto llorar.

Su mirada en mí era como la de una persona mirando la película del exorcista.

–¿Por qué me miras así papá?

Soltó una risa estruendosa.

–No puedo creer que estés llorando. – se soltó a reír más. – Si volveré en pocos días hija. – siguió riendo. –¡AY! Ayayayayaya... – se retorció tocándose el estómago.

–¿Qué pasa papá? ¿Te sientes mal? – enseguida me preocupé.

–Tranquila, sólo se trata de mis cuadros perfectamente trabajados. – Dijo quejándose. – La perfección duele Míah.

–¡Es tu herida papá! Llamaré al doctor, no te muevas. – me apuré y salí de la habitación.

Entre la multitud de familiares, y, doctores por supuesto, buscaba a uno que pudiese atender a mi padre.

Después de varios segundos, llamé a una enfermera que no había visto antes, pero seguro podía atenderme.
Le informé de mi padre, llamó al doctor que estaba a cargo de él, y ya nos encontrábamos caminando hacia la habitación donde mi padre estaba.

–Hija, será mejor que te quedes aquí afuera un momento en lo que lo reviso, ¿de acuerdo? – Pidió el doctor.

Me limité a asentir sonriendo.

Minutos después el doctor salió de la habitación, me dedicó una sonrisa.

–No fue nada grave, es normal que le duela la herida, los puntos que se le colocaron están recientes. – Dijo y yo agradecí.

Deseo vivirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora