Hoy, mientras el tiempo se desliza en una ráfaga de lo que fue un ayer interminable, embelesada dentro de una incógnita arbitraria, entiendo la razón del por qué he decidido denominarte "Mi vida".
Puedo asegurarte que no es porque seas la definición justa de "fascinante", con tu voz como la melodía perfecta para una vida entera o con tu risa que determina cada latido que da paso a la existencia de mi corazón.
No, no es porque des todo de vos mismo e incluso hagas todo a tu alcance para ser aún mejor de lo que actualmente eras o porque me escuches vigilante a cada sonido que sale de mi boca y porque así, entendiéndolo todo, me aconsejes objetivamente sobre los problemas de vida; menos aún por el hecho de que hayas decidido convertirme en tu primer y único "paquetito".
Y no, tampoco es porque toques el piano celestialmente y llenes de tranquilidad cada rincón que recorre mi piel o porque decidas leerme poesía mientras yo, inevitablemente, caigo bajo el velo de un profundo sueño en el que sí estás conmigo.
Es, precisa y justamente, porque al sentir tu tacto en mí, al besarte, al tomarte de la mano... no hay cosa que más quisiera hacer que permanecer ahí, congelada en el tiempo, abrazada a vos como el primer día. Llegando al punto de acentuar en mi cabeza las carcajadas de una tarde a tu lado para sentir paz en mi interior.
He decidido llamarte "mi vida" porque cada íntegro gramo de mi ser ya no me pertenece únicamente a mí, amor, sino, a nosotros.
Y pienso que a pesar de que existan millares de personas allá fuera de nuestro mundo no hay con quién más quisiera estar que con vos.
A tu lado he aprendido que las palabras no pierden significado por la cantidad de veces empleadas, sino, por el sentimiento adherido en cada una de ellas.
Acá sentada, mirando una foto nuestra, espero vigorosamente por que llegue el día en que logres mirarte de la misma manera en que yo lo hago.