¿Sabes qué extraño? La forma que me mirabas cuando el clima en tu cuarto ameritaba que ambos estuviéramos desnudos. Cuando lo único que querías era hacerme llegar... te decía que parecía que estabas poseído, y ciertamente lo estabas. Poseído por mi cuerpo y lo rico de aventurar en él. Eres un artista en el arte del placer. Como pintor, yo era tu canvas y Dalí se quedaba corto al lado tuyo. Recitabas los mejores poemas y los acompañabas de dedos traviesos que sabías muy bien utilizar. Extraño lo bien que se sentía tu piel con la mía. Solamente durmiendo, y de la mejor manera, pues así habíamos nacido. Fuiste delicado con mi tan temible virginidad... y según pasaron los días, te armabas de deseo y ganas de venirte y te aseguraste de que sintiera cada una de tus pulgadas. Yo con las piernas alrededor de tu cuarpo, y tú, con todo el amor del mundo me susurraste al oído un "Te amo" que me hizo sentir corriente en todo el cuerpo. Y es que ¡todo lo sabías hacer tan bien! Lo mejor. Tú. Te extraño.