Capítulo 1

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Pip, pip, pip.

     Abrí los ojos. Estaba tumbada en una cama, una cama de hospital en una sala totalmente blanca. Es probable que hubiera una puerta, tan camuflada a simple vista, era imposible de localizar. También había una ventana, abierta de par en par, quizá estaba pensado porque yo pudiera salir cuando despertase. Llevaba una bata, parecida a aquella bata azul que te ponen en el hospital cuando te operan, pero era blanca, tanto como las paredes de aquella habitación.

      De repente, me di cuenta: se sentía un ruidito, un 'pip, pip' extraño que me llamaba la atención. Levanté mi brazo izquierdo... Sí, el ruido procedía de allí. En mi brazo se dibujaba un reloj, bueno, no era exactamente un reloj que contaba las horas, sino el tiempo. Seguramente, el tiempo que me quedaba. Pero... ¿qué pretendían que hiciera durante ese tiempo? ¿Qué haría? ¿Qué me daría tiempo a hacer antes de que... antes de que...? ¿Qué pasaría cuando se acabe el tiempo?

      El reloj marcaba diez minutos. ¿Diez minutos solamente? No quise perder más tiempo y me levanté de la cama. Me di cuenta de que iba descalza, pero poco me importó.

     La ventana estaba cerca, conseguí salir y vi un bosque grandioso, que parecía que no tuviese límites, a pocos metros de mí. Era lo que querían, ¿que me adentrase en un bosque desconocido? No lo veía claro. Iba descalza, apenas llevaba ropa. Y sí en medio del bosque comenzaba a llover y me mojaba? O, lo que es más importante, ¿con qué clase de peligros me encontraría? Pero también pensé en que, si no me adentraba, me arriesgaba a que estos diez minutos (bueno, ahora ya quedaban nueve) terminaran ya que no pudiera cumplir la misión, fuera la que fuera.

    Así que entré. Era un bosque oscuro, con una niebla extraña: daba miedo. Pero ... al contrario de otros bosques en los que había entrado en mi pasado, no se sentían animales, ni tampoco humanos ... Eran todo plantas: pequeñas, grandes, árboles gigantes, bonsais,... Sí, incluso habían bonsáis.

    Miré el reloj: ocho minutos. ¿Pero qué se suponía que tenía que hacer?

- Hey, tú - dijo una voz.

 Me giré, se estaría refiriendo a mí? Que hablaba?

- ¿Quién habla? - No me corté a preguntar.

- Soy yo, aquí abajo.

 Miré abajo, como la voz me había indicado. Al mirar, vi una planta. ¿Me había hablado una planta? ¿Desde cuando podían hablar las plantas?

- Oh, eres una planta y...

- Hablo, sí. Es extraño, lo sé.

- ¿Tú misma eres consiente de que es raro?

- Claro, en tu situación lo encontré extraño, sí.

- ¿En mi situación? ¿Qué quieres decir?

La planta se puso en situación de explicármelo todo. Cada vez entendía menos que pasaba, sólo sabía que me quedaban siete minutos y intuía que era mejor que no acabaran. No me equivocaba.

- ¿Cuántos minutos te quedan?

- Siete... ¿Cómo sabes que tengo un reloj?

- Yo también lo tuve.

- ¿Tú? ¡Si eres una planta!

- No lo soy desde siempre.

Entonces lo entendí todo. Si se me acababa el tiempo... ¿sería una planta? Antes de que pudiera incluso, formular la pregunta, la planta ya me estaba respondiendo:

- Sí, serás para siempre una planta... bueno, no si logras salvarte.

- ¿Cómo?

- Tienes que salvarte, humana.

- Me llamo Jana...

- Pues Jana, sálvate.

- ¿Y cómo lo puedo hacer?

   La planta se retiró, sin apenas contestarme mi pregunta.

    Seis minutos.

La planta había dicho que me salvase... Pero, ¿cómo? Y... todo el bosque... estaba formado por plantas que antes habían sido... como yo... ¿humanos? Esto se parecía más a una película de ciencia ficción que a mi propia vida.

Diez minutosWhere stories live. Discover now