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En la opinión de Louis, la Navidad era la época más bonita del año.

Uno tenía la oportunidad de pasar tiempo con su familia, disfrutar de rica comida y encima de todo eso, todos tenían la necesidad—y a la vez, la dicha—de usar suéteres; desde suave lana hasta estambre tan irritante que era digno de un brote de ronchas. Aún así, era divertido.

El clima era bonito, los colores, la música, la gente. Sin mencionar claro, que Noche Buena coincidía con su cumpleaños.

Sí, eso solo era una coincidencia y no afectaba en absoluto la creciente simpatía del ojiazul por aquellas fechas.

En el transcurso de las cuatro horas que le llevaba tomar el tren de Londres hasta Doncaster, Louis pensó en todo aquello que le hacía sentirse emocionado por Navidad.

Pensó en esferas de colores chillantes, rostros reflejando los cambiantes colores de las luces navideñas, copos de nieve sobre su piel, manos que se esconden en bolsillos y abrigos que son apretados contra los cuerpos en busca de combatir el frio.

Piensa en la voz de su madre y la carcajada enfermiza de su amiga Gemma, recuerda el sentido de sus yemas sobre el pelaje de su perra Lola y en el sentimiento cálido que resulta de una barriga llena de chocolate caliente.

Repasa esa interminable lista que despide el imaginario olor del jengibre y la canela, y a medida que se acerca, se da cuenta de una cosa: la tradicional fiesta de navidad que su madre siempre organiza, no se encuentra entre las cosas que ama de la Navidad.

Si, la madre de Louis era mucho más social que él, y aquello representaba una de las muchas cosas que hacían al veinteañero sentirse profundamente avergonzado de sí mismo; De hecho, el que su madre fuese más relevante en cuanto a fiestas se trataba, ocupaba el tercer—o tal vez cuarto o quinto—lugar en su lista de cosas que lo hacían sentirse más patético que una papa fría.

El primer puesto lo ocupaba el estar soltero desde los dieciocho años.

Bueno, no era como que llevaba esperando tanto tiempo. No era posible, de solo mirarle lo notabas. Él es muy atractivo y con un culo para morirse, muchas gracias.

No, Louis sí que había recibido buena colación para su piñata—por ponerlo de una forma discreta—durante el transcurso de los dieciocho hasta sus actuales veinticinco años.

El problema era, bueno, que nadie era lo suficientemente bueno para él, o resultaba al revés. Louis era muy poco, o demasiado. Así que, eso.

Jamás había durado más de un año con alguien. No, simplemente no podía.

Tal vez estaba confundido y no encontraba el amor, porque estaba destinado a ser heterosexual y no gay.

¡Ja! No, lo más realista era admitir que lo que tenía de fracasado al socializar, lo tenía de sarcástico y descarado. Seh, una combinación un tanto explosiva encerrada en su pequeño e imperfecto cuerpo, no formaban precisamente el chico ideal.

No para todos con los que había estado, suponía.

''Debería simplemente comprar cien gatos y dedicarme a morir asfixiado por pelo de minino'' pensó en voz alta, observando por su ventana el gran borrón que ahora era Londres a la distancia, debido a la velocidad del tren.

Volviendo al tema de lo de la fiesta.

La familia de Louis era muy grande. Amante del tiempo en familia, las mesas sobrepobladas y las típicas peleas sobre quien se pasaba el puré de papa. Las distintas celebraciones que el año ofrecía solo eran excusa para juntarse y hablar un poco de sus vidas.

Pero Navidad era otra historia: No solo coincidía con el cumpleaños de Louis, sino que era una fecha importante en la vida de la madre de Louis, pues era el único día del año en el que podía ver a toda su familia, y además, a mejor amiga de toda la vida, sin ser interrumpidas por las trivialidades de la vida como lo son los empleos, el tiempo y el tráfico.

the boy who hated christmas and the other boy who loved him / l.s christmas OSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora