"Su madre le puso en la mano un envoltorio de Droobles, el mejor chicle para hacer globos."
Alice Fortescue era como cualquier otra niña que empezaba su primer año en Hogwarts.
Había llegado al castillo llena de ilusiones, imaginando cuan alucinante iba a ser aprender a hacer magia y volverse una gran bruja.
Pero las cosas no eran como la niña lo había esperado. Los demás niños la trataban mal por ser más pequeña que ellos, por ser tan callada, les resultaba fácil meterse con alguien aparentemente indefensa que ni siquiera sabía hacer un hechizo simple aún.
En las últimas semanas le había pasado de todo.
Habían tirado sus cosas al Lago Negro, la habían empujado en las escaleras provocando que perdiera el equilibrio y se salvara de rodar por estas solo porque Lily Evans la había socorrido tomándola de la mano al pasar junto a ella, lanzándole una feroz mirada a los tontos niños de segundo que habían empujado a Alice; le tiraron panecillos a su lechuza haciendo que la pobre ave se atolondrara y terminara cayendo en el desayuno de una Gryffindor de sexto que chilló porque su cabello se había manchado de comida y por si no fuera poco, le habían aventado una especie de globo de pintura de broma a la cabeza ese día. Alice corrió al baño en medio de lágrimas y burlas de los demás para intentar quitárselo pero la pintura no cedía. Madame Pompfrey tardó solo unos minutos en quitárselo pero la pequeña leona estaba demasiado triste, avergonzada y herida como para que eso la hiciera sentir mejor. No quería acusarlos, no quería volverse una soplona, era una Gryffindor y debía ser valiente, se decía, aunque cada día dudara más si de verdad pertenecía a esa casa.
Era por eso que esa tarde en vez de bajar a comer se fue a refugiar cerca de los invernaderos. Había un gran y bello árbol cerca de estos y Alice lo encontraba apacible, se sentó debajo de él con el rostro escondido entre los brazos y soltó a llorar otra vez.
¿Por qué eran así con ella? ¿Creían que solamente porque era pequeña y por ser tan tímida que no tenía amigos podían hacerle esas cosas? Se preguntó, con la repentina angustia creciendo dentro de ella al pensar más en ello, ¿podían? ¿Iba a ser siempre así?
Se atormentaba pensándolo cuando un niño de cabello castaño y ojos marrones se acercó a ella, algo dudoso. Su nombre era, por supuesto, Frank Longbottom.
Al principio Alice no reparó en su presencia por lo que el niño tuvo que aclararse tímidamente la garganta para llamar su atención.
Presurosa, Alice se secó los ojos al verlo ahí, no queriendo que nadie supiera lo desdichada que se sentía aunque todo intento de fingir era en vano, Frank siempre pudo ver perfectamente a través de ella.
-¿Puedo ayudarte de alguna forma?-preguntó el niño.
Resulta curioso que no preguntara alguna cosa obvia como "¿Estás bien?" o "¿Qué tienes?" pero tal vez se debía a que ese tipo de cosas no tenían sentido entre ellos, ni siquiera entonces, siempre pudieron ser quienes de verdad eran cuando estaban juntos.
Alice negó.
-No creo que puedas ayudarme, ellos no dejarán de molestarme-suspiró con resignación bajando la mirada. Lo dijo sin tapujos, después de todo era evidente porque estaba llorando, muchos habían sido testigos del incidente.
-Te molestan porque son unos tontos-acotó con convicción-y porque creen que pueden meterse contigo porque te ven siempre sola y nunca te defiendes.
Decía la verdad, Alice nunca había hecho amago de defenderse más que una vez que le lanzó un frasco de tinta a uno de los niños que la molestaban pero su falta de puntería solo desató más risas.
-No puedo hacer nada contra ellos, saben más que yo de magia y son más-inquirió, sorbiendo por la nariz con toda la discreción que pudo. Frank se sentó a su lado, buscando sus ojos, al final Alice lo miró directamente. Sus preciosas orbes color miel estaban rojas por tanto llorar.
-Eso va a cambiar desde hoy-prometió el muchacho-no es por nada pero yo soy un excelente mago y te defenderé de cualquiera que se meta contigo-mentía y ambos lo sabían, Frank era un buen mago pero en las primeras semanas había quedado demostrado a sus demás compañeros que a veces los nervios le ganaban y terminaba haciendo un desastre.
Aunque nada de eso le importaba mucho a Alice, a excepción de Lily Evans y Marlene McKinnon nadie había sido así de amable con ella, Frank lo estaba siendo ahora que tanto lo necesitaba y en demasía.
No sabía como pero de cierta forma ese día sintió que había encontrado un amigo para toda la vida.
-Gracias Frank-dijo con sinceridad otorgándole una sonrisa.
-No es nada-metió la mano en el bolsillo de su pantalón y saco dos chicles de ahí-¿Quieres un Drooble? Hacen las mejores bombas de chicle del mundo mágico-exclamó pasándole uno. Alice asintió tomándolo y lo desenvolvió agradeciéndole nuevamente.
Se quedaron ahí un rato, hasta que el sol empezó a bajar un poco por el firmamento, platicando sobre sus respectivas infancias, sobre lo aburrida que era la clase del profesor Binns y sobre que pensaban que habría para cenar, haciendo bombas con el chicle y riendo cuando la cara del otro quedaba llena de restos de dulce.
Ninguno de los dos podía saberlo entonces pero ese día se empezó a escribir un trágico pero también sumamente maravilloso capitulo en la historia de su mundo.
Muchos años después se supo que dos Aurores habían sido atacados en su casa por mortífagos y que habían usado en ellos la Maldición Cruciatus hasta hacerlos enloquecer. Un sentimiento de horror y lástima recorrió la comunidad mágica por tan espantoso hecho, según supieron los valientes Aurores se habían negado a hablar y habían pagado por ello perdiendo la cordura pero lo que nadie supo jamás, o al menos no pudo imaginar, es el inmenso amor que se profesaban Alice y Frank Longbottom el uno al otro y a su pequeño hijo, Neville, por quien lucharon para asegurarse de que tuviera un buen futuro, no supieron la pena que sufrió el pequeño durante sus primeros años al vivir sin sus padres ni tampoco supieron que aunque Alice había perdido la razón intentaba hablar con su hijo, a su manera, dándole esas envolturas de chicle cuya importancia radicaba en el comienzo de su amistad con Frank y de todo lo que los había llevado hasta ahí, tratando de que él supiera cómo había comenzado todo. Neville tal vez nunca lo supo, no con todas esas palabras pero si sabía que sus padres lo amaban, vaya que si lo amaban.
Primero, ¡Feliz año nuevo a todos! Ojalá esté lleno de magia y alegría para ustedes. Segundo, esta historia es algo que llevo pensando desde hace meses y por fin decidí traerla por acá, aún tengo muchas dudas sobre el mundo de Harry Potter y esta es mi forma de intentar aclararlas, si la historia les agrada o no, tenga la libertad de expresarlo. Está pensada para desarrollarse en base a ciertos momentos de los libros así que ojalá y les guste tanto como a mí.
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Glimpses of heaven.
FanfictionExisten pequeñas frases o pequeños momentos que tienen detrás más de lo que podemos imaginar, esta historia es para esos pequeños pedazos de cielo que tienen demasiado por contarnos aún.