Parte 5.

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"Cuando yo me case-dijo Fred-no me preocuparé por todas estas tonterías."

Los primeros rayos de sol matutinos la despertaron.

De lo primero que fue consciente fue del fornido brazo de Fred rodeándola, como siempre, velando por ella aun cuando dormía.

Contempló su atractivo semblante dormido y sintió un irrefrenable impulso por besarlo.

Aun así, no lo hizo. Se dedicó a verlo por lo que le pareció una eternidad pero no le importaba, podía verlo toda su vida y admirar su frente despejada, los mechones pelirrojos y enmarañados que tenía, la firme línea rosada que era su boca, su mentón obstinado y sus mejillas ligeramente redondeadas que le daban ese aire de niño travieso que tanto adoraba.

Amaba el hoyuelo que se le formaba entre la boca y la mejilla cuando sonreía con picardía, suspiraba por la forma tan sensual en que su acento la envolvía cuando tenían intimidad, le sacaba de quicio su exasperante necedad, adoraba su ingenio y su humor descarado, sus ojos azules le maravillaban por su intensidad y su belleza, sus cálidas y gentiles manos la hacían sentir amada.

Él era todo lo que necesitaba.

Y todo lo que tenía.

El horror de la realidad por poco había acabado con ella. De no ser por Fred, por su risa, por su alegría por vivir, por su gentileza, su pasión y su amor, no sabía que sería de ella.

No pudo más y le dio devotos besos por todos los lugares que pudo alcanzar desde donde estaba, despertándolo.

La miró con sus impresionantes ojos azules, siempre rebosantes de vida y aventura, y sonrió como sólo él podía hacerlo.

-¿Cómo amaneciste, gruñona?-saludó antes de darle un breve beso.

-Mejor que tú, idiota, te ves horrible-contestó.

Siempre eran así, no porque estuvieran locos el uno por el otro iban a portarse como esas parejas cursis y nauseabundas de las que tanto se mofaban.

-Eso dices porque no te has visto aún-replicó hundiendo la nariz en el hueco de su cuello.

-Me haces cosquillas, Frederick-lo retó con toda la seriedad que pudo.

-¿Frederick?-preguntó, mirándola sorprendido-¿tan temprano y ya quieres acción?-se burló y la chica entre sus brazos rodó los ojos.

-No hay tiempo para eso, le prometiste a tu madre que irías a verla.

El chico hizo un mohín.

-No me hagas ir, quiero quedarme todo el día aquí.

-Debes, sabes bien que Molly se preocupa si no te ve además de que yo debo ir a ver a Tonks.

La chica había empezado su entrenamiento de Auror un verano atrás y se había hecho amiga de la metamorfomaga que estaba en las ultimas de su embarazo, por eso iba a verla de tanto en tanto.

-No vayas, ella estará igual de enorme que la última vez-dijo tratando de ser persuasivo-quédate conmigo-pidió, poniéndose encima de ella y rozando la nariz de la chica con la suya, haciéndola reír.

-Si no vas tu madre se enfadará y no quiero que me devuelva a mi novio hecho confeti-espetó sin percatarse de lo que había dicho, haciéndolo a un lado y levantándose.

-¿Tu novio?-él enarcó una ceja, mirándola divertido desde la cama y rompió a reír-¿tu novio dijiste?-volvió a preguntar riendo a carcajadas, lo que enfadó a la chica. Nunca habían aclarado que eran, no hacía falta, ella sólo tenía ojos para él y él para ella pero para ella Fred era eso, la hirió pensar que tal vez para él no era lo mismo.

-¿Tienes algo en los oídos que te impide la oxigenación cerebral?-retó con dureza mientras se vestía.

Fred ya había dejado de reír, pensando que la chica no había comprendido la razón de su regocijo. Se levantó y le quitó la ropa de las manos, la tomó entre sus brazos y la hizo mirarlo.

-No te enojes-pidió, alisando con su pulgar la arruga que se había formado entre sus cejas-me tomaste por sorpresa-confesó con una inusual sonrisa tímida-pero puedo ser lo que tú quieras que sea, tu novio, tu bufón, tu compañero de toda la vida. Pídelo y es tuyo.

La joven sintió como toda su frialdad se evaporaba y sin decir nada se puso de puntillas para darle un beso tierno.

-Todo lo que quiero eres tú-dijo y eso lo hizo sonreír aún más.

-Ya me tienes, para siempre-juró besando su coronilla.

-Eso ya lo sabía-lo abrazó con más firmeza y fue cuando reparó en algo-deberías vestirte-dijo riendo ante la mueca traviesa de Fred.

-¿Para qué? ¿No puedes contra mis encantos naturales?

-No es así, tus encantos naturales y yo somos buenos amigos-presumió antes de darle un último beso junto con una palmada traviesa en el trasero, alejándose rápidamente y botándole su ropa-. Apúrate, el desayuno estará en unos minutos-tomó otra túnica y se la puso antes de bajar. Fred negó riendo.

¡Cuánto amaba a esa mujer!

Amaba las pecas que cubrían su nariz, sus ojos del color de las tormentas, lo descarada que era al seducirlo en las mañanas para que no fuera a trabajar, la cicatriz en su hombro que lucía tan orgullosamente, qué siempre supiera ponerlo en su lugar cuando se portaba como un engreído, la absoluta sinceridad y ferocidad con la que lo amaba y el hecho de que nunca se conformara con menos de lo que sabía que merecía.

Nunca había sentido nada igual, había tenido a muchas otras chicas antes pero no era lo mismo, simplemente porque no eran ella.

Sabía que era con quien quería pasar toda su vida, quería hacerla su esposa y darle toda la dicha y el amor que se merecía.

Hizo lo que ella le había dicho, vistiéndose pero antes de ir hacia su destartalada cocina tuvo un arranque de inspiración. Desanduvo sus pasos y sacó una pequeña cajita negra de lo más profundo del cajón de su buró, miró el anillo dentro de ella y sonrió.

Su mamá iba a volverse loca cuando supiera que otro de sus hijos iba a casarse.

Metió la cajita en su bolsillo y bajó las escaleras, silbando una canción y rogando que ella dijera que sí.

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⏰ Última actualización: Dec 25, 2016 ⏰

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