Y Ahora Lo Sé

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En un colegio de un nombre no muy importante, yacía una chica común y corriente, rala para los jóvenes, admirada por los relegados, sin duda alguna no demostraba ser especial en lo más mínimo, no era bonita y mucho menos llamaba la atención, de expresiones monótonas e inclinaciones aburridas, de aspecto lúgubre y penoso, era sin pensar el tipo de chica del que nadie deseaba un rato compartir. Tanto sufría la pequeña marginada, que en momentos en los que la invadía el dolor y el tormento deseaba con todas sus fuerzas desaparecer de la faz de la Tierra. No fue hasta el verano de ese mismo año, en un campamento, desesperada por rechazo de sus compañeros, decidió alejarse en aquel sombrío bosque junto al recinto y no volver jamás. Caminó con la pasividad que la caracterizaba, sin volver la vista atrás, con vergüenza y pesar de haber formado parte de una sociedad tan superficial, gemia de dolor sollozando por aquellos recuerdos que la hacían sufrir. Fijando la vista al suelo sintió como se perdía en la lejanía y poco a poco, el cansancio se apoderaba de su débil y delgado cuerpo. Quería regresar con el grupo, pero estaba decidida a cambiar el rumbo de su vida de la manera más drástica que tenía al alcance de sus manos. Con esperanzas de hallar un nuevo destino, fue sorprendida por la majestuosidad de una bella y mítica criatura parada a unos pasos de donde se encontraba, el Unicornio que esperaba frente a ella, la miraba con curiosidad, sabiendo bien lo que la marginada estaba cavilando, después de unos momentos de observación mutua, la chica se acercó con cautela, estando al corriente de las consecuencias que pudiesen ocurrir, con cada paso, con cada cercanía, iba experimentando una inmensa paz que nunca había sentido y que la iba reconfortado. Cuando estuvo lo suficientemente adyacente a él, alzó su brazo y aproximó su mano para poder acariciarlo, pero algo la detuvo, una voz, una suave y dulce voz dirigiéndose a ella, pero la voz no procedía de un ser humano, era demasiado melodiosa como para pertenecer a un simple mortal, aquella vez sonaba en su cabeza en forma de eco, repetitivamente la llamaba, la hipnotizaba a seguir oyendola, a seguir aquel esplendoroso animal mitológico...

"Pensé que nunca llegarías- dijo telepáticamente el Unicornio refiriéndose a la joven- te estaba esperando".

- No entiendo- dijo la pequeña con incredulidad- creí que los unicornios... Creí que ustedes no existían.

"Existimos, desde el inicio de todos los tiempos, protegiendo la naturaleza y cuidando de los débiles, pero... No nos dejamos ver por cualquier persona".

- ¿Quiénes son dignos entonces?- cuestionó la joven con expectativa.

"Personas como tu claro, gente de buen corazón, con bondad en su interior, de sentimientos claros y puros, gente que no conserva en su ser... Maldad".

- No creo poseer esas características... Ni siquiera ostento de una belleza digna de acompañar tu presencia, ¿por qué habría de serme otorgado tal privilegio?

"La belleza es una simple frivolidad creada por el hombre que por si sola no posee ninguna importancia, ¿qué función tendrá aquella flor especialmente hermosa si en ella se encuentra marchita su respectiva esencia? La gallardía es un don particularmente prestado, que deja de ser otorgado con el paso del tiempo, solo está allí como una máscara de algo mucho más valioso, es una pequeña capa que cubre un verdadero tesoro, tu ser interior, una perfección constante que nunca se desvanece, por eso estoy aquí, por eso te he elegido, por eso te acompaño".

- ¿Cuánto tiempo estaremos juntos?, ¿a dónde nos dirigiremos?

"No importa mi pequeño capullo, la eternidad será inquebrantable mientras estemos juntos".

La chica rebosante de alegría no contuvo sus impulsos de estrechar al Unicornio, era el día más feliz de su vida, lloraba de la emoción al saber que por fin era aceptada y amada por alguien, le hacía falta afecto, le hacía falta cariño, y por fin, después de tanto tiempo, había encontrado un lugar donde podía sentirse parte de algo, sin importar realmente su aspecto. La joven, cansada de tan larga caminata, pidió mesuradamente montar al gigantesco Unicornio, éste amablemente accedió, pues sentía el deber de cuidar a su pequeño capullo. Una vez ella en su espalda, cabalgaron con lentitud, pues no llevaban la menor prisa, todo lo que se avecinaba ocupaba su tiempo, sería hermoso, sería perfecto, sería triste. La joven que había formado durante tanto tiempo parte de la exclusión de sus perversos compañeros se sentía afligida, aunque siempre había sido perseguida por un enorme pesar, no todo había sido malo, sin duda alguna extrañaría a sus padres, sus queridos y amables padres, no siempre estuvieron ahí cuando en verdad lo necesitaba, pero no la invadía el rencor, por ninguna persona, sabía que no era su culpa, sabía que esas nunca habían sido sus intenciones, al remembrar toda su vida deseo abrazar con fuerza a su protector, y así lo hizo. Éste, preocupado le cuestionó:

"¿Qué sucede capullo?, ¿qué aflige ahora tu corazón?"

- No pasa nada, los recuerdos me ayudan a sanar, sé que los voy a extrañar.

"Algún día nos acompañarán, ya lo verás".

- ¡¿De verdad?! Que bien, les encantará conocerte, y te caerán bien después de todo.

Habiendo acabado la conversación, la capullo rodeada de un hermoso esplendor junto al Unicornio cabalgaron sin rumbo hacia un bello atardecer infinito, la chica, extrañada, no se preocupo, estaba feliz, no quería que nada arruinará ese bello momento, esa bella paz, esa bella perfección...
Días después de la búsqueda de la pequeña, los maestros encontraron su cuerpecito tirado junto a un árbol en lo lejano del bosque, la joven, si vida, rodeaba con sus brazos un pequeño peluche de Unicornio y en su semblante reflejaba la más pura felicidad, los forenses descubrieron la inanición como causa de muerte, no había sufrido, había sido indoloro y había sido hermoso.

La Belleza Interior Guíada Por Un Unicornio Donde viven las historias. Descúbrelo ahora