Habitualmente, Giselle se levantaba para ir al colegio a las seis p.m., pero hoy decidió dormir quince minutos más. La peor decisión que podría haber tomado esta semana.
—¡Madre, te he dicho que no me grites apenas me despierto porque me deprimo! —Comenzó a decir Giselle mientras se sacaba el pijama en su cuarto. —¡Yo decidí dormir un poco más!
Conny subió las escaleras y entró a la habitación sin golpear la puerta.
—Giselle, lo sé, discúlpame, pero tú sabes que odio a las personas impuntuales. Tú eres una de ellas, siempre llegas tarde a todos lados, ¡esto no puede seguir así!
Giselle miró a Conny de arriba a abajo, luego de abajo a arriba.
—Digamos que tú no eres muy diferente a mí, ¿sabes? —Dijo mientras buscaba ropa para cambiarse.
—¿Irás de vuelta con esos jeans holgados? —Suspiró. —¡Para qué le compro tanta bella ropa a mi hija si jamás se la pondrá! —Decía mirando al techo, como si estuviera hablándole a los santos.
Giselle desayunó media apurada porque recordó que hoy el autobus no pasaría a recogerla a su hogar. Por lo tanto, tomó su almuerzo y se despidió de su madre. Buscó su bicicleta en el garage y se fue hacia el colegio.
—¡Gigi! Te he llamado diez veces y te dejé cinco mensajes en en teléfono móvil, ¿acaso no eres tú, la chica tecnológica? —Dijo Anne, su mejor amiga, mientras se acercaba al estacionamiento institucional.
—Anne, sí, he recibido todo pero llegaba tarde aquí, por eso no respondí, ¡lo siento! —Respondió Giselle, media agitada, mientras le ponía candado a su transporte.
Luego fueron a la clase de Historia, "la peor materia que se podría haber inventado", según Giselle. Pero actualmente, ella ama estas clases: están trabajando con los músicos más importantes de la historia. Al principio iban a ser trabajos grupales, por lo tanto Gigi se deprimió, pues no quería estar con personas desconocidas. Más tarde, el profesor decidió que sería mejor trabajar individualmente para evitar problemas, discusiones y pérdidas de tiempo.
La clase se pasó muy rápido, ahora tenían un break de media hora en el cual podían desayunar o ir a la cafetería o biblioteca. Giselle y Anne decidieron ir a beber algo, habían hablado demasiado y tenían seca la garganta.
Hicieron fila en la cafetería, a esta hora muchos alumnos estaban hambrientos. Atrás de Gigi estaba Tefy, la chica más popular de toda la institución. Ella era la envidia de todas las chicas adolescentes. Rubia, alta, inteligente, sociable, rica, peso normal y la jefa del grupo de porristas. Giselle trataba de ignorarla, pero le era imposible no mirar su cabello, sus piernas, su ropa, su perfección.
—Amiga, te he dicho miles de veces, —dice Anne bajando cada vez más la voz— que no mires así a Tefy. Le estás dando más fama, por así decirlo.
—¿Cómo no mirarla? ¿Me estás hablando en serio? —Ambas se dieron vuelta para mirar, disimuladamente, a Tefy. —¡Mira esa chaqueta! ¡Es la que yo quería hace dos semanas!
Tefy miró de reojo a las chicas que tenía delante. Sonrió falsamente y comenzó a hablar con sus amigas, riéndose en la cara de Giselle y su amiga.
—¡Tú puedes tenerla! No es cara para ti, y lo sabes. —Comenta Anne, mientras servía jugo de naranja en los dos vasos.
—Pero no la luciré igual, y eso tú también lo sabes. Ojalá todo me quedara tan bien como a ella...
Terminaron de servirse el desayuno y fueron a buscar lugar para sentarse. ¡No había ninguna mesa vacía! Depresión para los dos. Ellas querían estar solas, hablar de sus cosas, hacer chusmerío y demás. Las únicas mesas en las que habían dos o más lugares libres, eran la mesa "de los nerds" y la mesa "de los populares". Gigi y Anne no pertenecían a ninguna de esas categorías, no se calificaban. ¿Qué hicieron? Se dirigieron a la mesa "de los nerds", no querían creerse populares ni mucho menos.