»Capítulo dos.

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La mujer, aterrorizada por "eso" que la perseguía desde una distancia no muy lejana cargaba a su bebé entre sus brazos y pecho, protegiéndolo del frío que se expandía por el bosque.
Caminaba apenas, con una cortadura en su estómago y algunos rasguños en la pierna izquierda.
A lo lejos se escuchó un aullido que la hizo detenerse mientras el sonido le erizaba la piel. Con la mirada perdida y su cara desfigurada por el pánico comenzó a llorar.
El niño de escasos meses se removió en sus brazos mientras...

Peter apagó la televisión con expresión neutra.

Habían transcurrido cinco días desde el incidente. Exactamente eran las 18:00 P.M de un día viernes; el último día de escuela... hasta tres meses más, que comenzaba a cursar el último año.

No había mencionado palabra alguna de lo sucedido, sus amigos estaban extrañados pero no era algo que a ellos les interesara, es más, sólo preguntaron por el golpe en la mejilla y el tema había sido acabado con una buena excusa.

Le pareció extraño y perturbador que Davis le mirara tanto en clases. Todos los días, desde el siguiente al incidente lo encontraba observando hacia él nada disimulado, como si fuese a decir «Sé lo que ocultas», pero en ningún momento se dirigió a él, sólo le observaba desde el penúltimo puesto (dos mesas más atrás que Peter).
Le inquietaba la idea de que supiera algo, incluso juraría que sospechaba de él, pero se resignaba a decirlo porque así se delataría a sí mismo.
Davis Sherman era un chico amenazante, reservado, serio y terrorífico para algunos.
No hablaba con sus compañeros de salón, las malas lenguas decían que estaba metido en una pandilla criminal pero aquello no se podía confirmar debido a la inexistencia de pruebas.

Sospechaba que Peter era cómplice de una broma pesada hecha hacia él. No, estaba más que seguro, pero el rubio no se imaginaba que por eso era su mirada amenazante, su mente le decía que Davis sabía algo de esa noche. En resúmen, se estaba volviendo paranoico.

Ya no tenía sólo un problema para preocuparse, si no que dos.
Davis no dejaría pasar la broma.

La casa se encontraba en un silencio amenazante, en una de las paredes pintadas de rojo intenso yacía un gigantesco reloj dorado. Su péndulo se balanceaba con un resonar sordo, pesado, monótono, haciendo el ambiente perfecto para una película de terror.

Aun era de día pero las nubes opacaban el cielo, el pronóstico decía que esta noche sería tranquila, sin lluvia.
No le extrañaba el frío intenso que comenzaba a ascender rápidamente, estaban en invierno y era normal, nada preocupante al tener las condiciones para sobrevivir otro crudo invierno más en «Halland», su pueblo.

Miró por la ventana que daba a la calle, en donde los niños solían jugar con el grifo en verano, o en invierno haciendo bolas de nieve. (No era algo que a Peter le agradara mucho, los "inocentes" niños comenzaban a jugar frente la casa de su abuela, lo que hacía que varias veces aplastaran plantas. Ella se enojaba con él, incluso cuando nada tenía que ver.
—¡Peter, esos mocosos arruinan mi jardín! ¡Anda y asustalos! Niños malcriados...)

Llevó su mirada hacia arriba y notó las nubes grisáceas que opacarían la noche. Se quedó observando, hasta que sus pensamientos lo consumieron. Se quedó sentado en aquella silla de mimbre de su abuela, la que solía usar para tejer.
Se quedó pensando y pensando y pensando y...

¡Peter! ¡Peter! ¡Peter!

El rubio dio un pequeño brinco en su lugar mientras miraba a todas partes desorientado.

—Que demonios...—murmuró tomándose la cabeza con una mano, preocupado por sus alucinaciones diarias.

El incidente, si es que se le puede llamar así, lo tenía mal. Se imaginaba que él regresaba a terminar con lo que había comenzado. Algunos días no dormía pensando en que él volvería. Y aunque no le gustaba admitirlo, tenía miedo. 

Inefable »B.P« Yaoi-Gay.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora