One-shot

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Felicity carraspeó nuevamente, rebuscando en el cajón de su mesa, tratando de encontrar el paquete de caramelos de miel y limón que se había comprado para contrarrestar el dolor de garganta. Resopló, exasperada, apartándose un mechón rubio de la cara, y se agachó para quedar a la altura del cajón.

- Te tengo - masculló, metiendo el brazo hasta el fondo y agarrando un caramelo.

Con la satisfacción de alguien que ha ganado, se metió el asqueroso dulce en la boca y bebió un trago de agua, aguantando la mueca de dolor al tragar. Volvió a carraspear por no toser y se llevó una mano a la cabeza, notando su frente más caliente de lo normal y una incipiente migraña. Parecía que se estaba poniendo enferma.

Algo dentro de ella se rebeló contra esa idea, debido a los últimos acontecimientos, prefería seguir creyendo que era que hacía demasiado calor a pararse a considerar la idea de estar enferma. El conde había colocado una aguja en su cuello, amenazándola. ¿Y si se le había escapado un poco y estaba infectada? Sacudió la cabeza, lamentando al segundo haberlo hecho, y trató de centrarse en su trabajo. Y, sobre todo, disimular.

- ¿Felicity? - preguntó Oliver, llamando su atención.

Alzó la mirada, notando abejas asesinas lanzándose contra las paredes de su estómago, su estado habitual cuando estaba el joven cerca. Más aun después de todo lo que había pasado con el secuestro.

- ¿Sí? - respondió ella, notando fallarle la voz.

Dio otro sorbo de agua, carraspeando de nuevo y chupando con más fuerza el caramelo. Venga, obra tu milagroso remedio, pidió mentalmente. Oliver notó algo extraño en la rubia y se acercó, con los ojos entrecerrados.

- ¿Estás bien? - inquirió, preocupado.

- Perfectamente.

- ¿Segura? Tienes coloretes - indicó él, llevándose un dedo a las mejillas.

Felicity se ruborizó más aun, agachando la mirada.

- Ya, bueno, ya sabes... La calefacción estos días está más alta de lo normal y, claro, la temperatura corporal aumenta... - La informática se dio cuenta de que estaba hablando más de lo que debería y dejó que su voz se fuera apagando, notando que su garganta lo agradecía.

Oliver ensanchó su sonrisa torcida, y, levantándose la manga derecha del traje, miró la hora en su Rolex negro.

- Son las 7 de la tarde, vete a casa.

- No puedo, me quedan unos informes que rellenar y tengo que dárselos a Isabel o... - no pudo evitar poner cara de desagrado al pronunciar el nombre de la socia de Queen Consolidated. Nunca le había gustado, y, desde Rusia, menos aún.

- Felicity. - Pidió él, alzando una mano y haciéndola callar en seguida - Yo me encargo de todo. Ve a casa y descansa, no tienes buena cara.

- Tú sí que sabes halagar a una mujer - medio murmuró la rubia, sabiendo que no podía decir nada válido.

Oliver soltó una suave risa, tomándose el comentario a broma. Se apoyó en el borde de la mesa de la informática e intensificó la mirada.

- Venga, vete - rodeó la mesa y cogió el abrigo de Felicity.

Ésta suspiró, cogiendo la bolsa de caramelos y guardándola en el bolso, seguida de la botellita de agua. Apagó la Tablet y, se la iba a llevar, cuando notó la mano de Oliver agarrarle del brazo suavemente. Felicity alzó la vista rápidamente, sin poder articular palabra.

- Nada de trabajo - susurró él.

- Pero...

- Nada de peros. Vas a descansar, ¿vale?

BelonefóbicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora