Las gotas frías que salpicaban mi rostro me levantaron. Desperté al pie de una cascada con la mitad de mi cuerpo aún en el agua.
Al levantar la vista encontré un largo y oscuro pasillo lleno de archivos a ambos lados. Este cuarto sólo tenía cinco salidas y solamente a través de una de ellas entraba luz, que de hecho era la única luz que alumbraba el pasillo.
Intenté entrar por la puerta iluminada, pero salía de ella una luz tan intensa que no me permitía ver nada. Entré entonces por una de las puertas oscuras y pasé a un cuarto aún más oscuro, aparentemente infinito, aunque en realidad no alcanzaba a ver si tenía paredes, lo único que lograba ver era lo que aparentaba ser un inmenso panel de control lleno de distintos botones.
Me acerque al panel con cautela. Lo examiné por varios minutos hasta que decidí presionar uno de sus botones.
Inmediatamente fui halado hacia atrás por una fuerza invisible. Fue entonces cuando supe con certeza que el cuarto tenía paredes.
Estuve recostado de esa pared por un momento mirando fijamente hacia el frente en lo que recuperaba mi aliento, hasta que me percaté que no miraba hacia el frente sino hacia arriba. Me puse de pie en la pared y me dirigí a un hueco que había en ella.
Estuve cayendo por unos segundos hasta que mis pies alcanzaron el suelo. Me encontraba ahora en un cuarto a penas iluminado, por una luz tenue.
Parecía que había caído en un barco en medio del mar. El suelo se mecía de una lado a otro, como movido por una suave marea. Caí sobre una de las paredes y me dí cuenta que estás también se movían y de forma independiente al suelo.
En ese instante la luz se encendió con más fuerza y entonces pude notar que este cuarto parecía tener conciencia propia. Todas las paredes se movían y lo que era peor es que cada vez se reducía el espacio dentro del cuarto, acercándome cada vez más a un precipicio del cual el único sonido que salía era uno como de piedras llevadas por un río.
Si en mis manos hubiese estado, habría apagado la luz en ese mismo momento, ya que le temo más a la luz, pues me confirma lo que en la oscuridad a penas me imaginaba.
Pero no había tiempo para lamentarse, debía encontrar una forma de detener a este monstruo de cuatro paredes y era ya.
Palpé cada una de las paredes con cuidado, busqué por todo el suelo y no encontré nada. Mientras tanto el cuarto continuaba encogiéndose cada vez más.
Comencé a gritar, a ver si alguien me estaba escuchando. Ya apenas quedaba espacio para mantenerme de pie en el cuarto; los dedos de mis pies ya colgaban sobre el precipicio.
Me preparé para la inminente caída pero justo antes de saltar, ya estaba cayendo.