Capítulo 9
-¡________, levántate ya!-gritó.
Me removí entre las sábanas y no hice intento alguno por abrir los ojos.
-¡Bestia!-volvió a golpear la puerta-Harry vendrá en cualquier momento.
¿Harry? Abrí los ojos, completamente despierta y aventé la sábanas hacía un lado. Salí de la cama en un santiamén y abrí la puerta. Sharon corría de un lugar a otro en busca de algo.
-Yo creí que no te levantarías nunca-farfulló.
-¿Qué buscas?-pregunté.
-Mi bolsa, puedo jurar que la dejé aquí-apuntó al sofá.
Miré el reloj, faltaban veinte minutos para las seis de la mañana. ¿Cuánto se tardaría Harry en llegar?...
… ¿Por qué me pregunto eso?
-Busca en tu cuarto, Sharon-musité.
Ella me miró y salió corriendo a su habitación. Dos segundos después llamaron a la puerta.
-________, por favor abre-me gritó Sharon desde su cuarto.
Caminé perezosamente hasta la puerta y la abrí. Lo que vi me deslumbró por completo.
-Buenos días-me sonrió y aquella fierecilla enjaulada saltó de un lado a otro en su pequeña cárcel.
-Buenos días, Harry-le devolví la sonrisa-. Pasa.
Le abrí camino y me le quedé mirando mientras pasaba a mi lado, llevaba puesta una chaqueta negra al igual que los apretados pantalones que traía, por dentro de la chaqueta se alcanzaba a ver una camisa en tono rojo. Usaba unas gafas de sol que le daba un aspecto más comercial a su rostro, parecía de esos modelos que sólo ves en televisión.
-Bonita pijama-musitó mirando mi atuendo.
Enrojecí hasta los huesos y me mordí el labio inferior, completamente apenada. Nadie, exceptuando a Sharon, me había visto en pijama.
-Gracias-murmuré.
-¿Dónde está Sharon?
-En…
-¡Aquí!-la interpelada salió de su habitación con la bolsa en la mano y me interrumpió.
-Hola, preciosa-dijo él y luego se acercó para besarla.
Desvié mi mirada, dándoles privacidad y me escabullí hasta mi cuarto. Privacidad, ¿eso quería darles? O sólo quería calmar a la fierecilla que de pronto se sintió incómoda.
Me vestí rápidamente y me hice una coleta de lado
-¡_______! Debo irme-gritó Sharon, desde algún lugar cercano a la puerta.
Salí del cuarto no sin antes tomar mi cámara fotográfica.
-Te veo más tarde, espero se diviertan-dijo-. Los amo, a los dos.
-¡Suerte!-dije, pero ella ya había cerrado la puerta.
Miré entonces a Harry, quien se encontraba parado mirándome a mí.
-Creí que íbamos a desayunar en pijama-musitó, divertido al notar mi cambio de ropa.
El rubor corrió de nuevo por mis mejillas y bajé la cabeza.
-Es muy temprano para desayunar-musité.
El rió.
-¿Entonces… quieres que nos vayamos ya? El camino no es muy corto.
-Claro-sonreí y él me hizo seña de que saliera del departamento.
Tomé mi bolso y me lo crucé por el cuerpo, echando allí mí cámara; luego él me abrió la puerta y me dejó pasar primero. Se deslizó después hacía mi lado y caminó junto a mí, su perfume, mezcla de miel y frutas tropicales se introdujo en mi nariz.
-¿Escaleras o ascensor?-preguntó.
-Escaleras, es el tercer piso-decidí.
Sonrió como si le hubiera gustado mi elección. Esperó a que yo me adelantara y luego me siguió muy cerca.
Cuando salimos del edificio, caminé hacia la derecha, muy decidida.
-¿A dónde vas?-preguntó Harry y me giré a mirarle, entonces me di cuenta de que ya no me seguía sino que estaba parado y reía.
-Pues, a tomar un taxi o un autobús-me encogí de hombros, confundida.
El rió con ganas y sus carcajadas atronaron en mis oídos como la entonación de una cascada al caer al lago.
No comprendí qué le resultaba tan gracioso y fruncí el ceño.
-No pensarás que tomaremos un taxi hasta allá, ¿verdad?-dijo, medio serenado-. Porque si es así, no creo que tengas el dinero suficiente como para pagar el viaje, recuerda que no está muy cerca el lugar-río de nuevo-. Y no hay autobuses hasta ese lugar, a menos de que tomes tres o cuatro.
Me quedé en silencio y relacioné sus palabras con sus acciones.
-¿Te estás burlando?- volví a fruncir el ceño.
La carcajada melodiosa que aun salía de su garganta enmudeció, y su rostro se volvió serio y cauteloso.
-No-dijo.
-¿Entonces por qué te ríes?-enarqué una ceja.
-Porque me pareció un poco… gracioso-aún bajo las gafas de sol, su expresión era como la de un niño que es regañado por su madre.
-Para mí no es gracioso-dije, severa pareciendo enojada.
-Lo siento yo…
Estallé en fuertes risotadas interrumpiendo su disculpa y se me quedó mirando extrañado.
-¡Caíste! Creíste que me había disgustado-alcancé a soltar entre risas.
Su rostro dejó la seriedad y precaución y se dibujó en él una bella sonrisa.
-Eres mala-musitó y luego río.
-Sólo a veces-reí-. Pero bueno, ya hablando en serio, ¿en qué nos vamos a ir?-inquirí.