Capítulo 7

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Bevan se encontraba tan pasado de copas que tambaleaba por el camino, Sabia había hecho una fiesta improvisada de bienvenida para él, sin que él le hubiese dicho que se quedaría en el pueblo, no recordaba cómo fueron exactamente las cosas, solo se vió rodeado de bailarinas horas después, un trago tras otro y otro más sin parar fue lo que provocó su estado, ya ni siquiera sabía dónde estaba y la cabeza la tenía a punto de estallar. No le gustaba lo que veía, las personas que lo rodeaban y Sabia no le agradaba, era una mujer muy extraña que se creía la dueña de todos y todo.

Para su tormento más adelante, si lo era, una ley del destino que iba más alla del limitado entendimiento de los hombres de Kaná, y seguramente de todo el resto del mundo. Al flacucho le costaba trabajo mirar, la visión se iba haciendo cada vez más borrosa, creía ver dos rayos de luces que provenían de la orilla de un pequeño rio, se esforzaba por mirar y saber que era aquello, se iba acercando poco a poco, lo que veía iba tomando forma a sus ojos y parecía una cueva, con dos antorchas encima. No sintió miedo, ni se preguntó si algún monstro vivía escondido allí, estaba tan ebrio que el miedo no tuvo lugar en él. Como si el sol estuviese allí dentro, un gran destello de luz lo obligó a cerrar los ojos y tapárselos con las manos, ya se encontraba dentro de la cueva, Bevan cayó al suelo sintiendo la fuerza de la luz que en unos segundos desapareció cuando Argus giró hacia él moviendo su capa, su rostro nuevamente se iluminó y las antorchas se encendieron.

—¡Rey Argus!¡Como me ha encontrado! — soltó un grito, el rostro del rey dejó de brillar y Bevan pudo ver claramente su rostro, estaba muerto de miedo, lo encontró, Argus lo había encontrado, sus huidas fueron en vano, finalmente no pudo escapar.

—Te vi huir de tu tierra hace unos días, quiero saber por qué— se sentó sobre una roca mirando al joven atentamente esperando que le respondiera.

—Yo….en…..yo—se inclinó aún más al suelo y empezó a vomitar, la cabeza la tenía a punto de estallar, se decía a sí mismo en su mente que se estaba volviendo loco y este Argus sentado solo era una alucinación suya, al gran rey no le importaría la vida de un inútil vomitando en completo estado de ebriedad, una locura quererlo como soldado. Argus observaba la escena, muy tranquilo.

—Muchacho, muchacho, no debiste huir y pasar por todo esto, pudo haberte sucedido lo peor, pero llegué a tiempo—suspiró profundo y ayudó a Bevan a levantarse, este se tocaba la cabeza y parpadeaba una y otra vez mirando el rostro del rey.

—No voy a ir contigo, por eso huía, no quiero ser un soldado. No soy el único que se escondió o salió corriendo, de eso estoy seguro— permaneció de pie y no dudó al confesarle la verdad, no tenía otra cosa que hacer.

—¿Acaso hemos hablado de otros?, ciertamente tu elegiste huir, pero fui yo quien te elegí líder de mi ejército, porque sé que buscas algo mas— las palabras del rey eran tan tranquilas que le transmitían confianza a Bevan, se dio cuenta de que no era cruel ni malvado como otros decían, imaginó este momento, pero con un rey cruel, que probablemente lo acabaría en un instante, pero este Argus con quien ahora tiene una conversación, es diferente.

—¿Por qué yo tendría que ser un líder? —cada vez el entendía menos, alguien como él sin muchas fuerzas no podría ser un líder del ejército, ahora sentía que era el rey quien estaba loco.

—Sabes, admiro a los muchachos como tú, te has preguntado y cuestionado tantas cosas y haz llegado lejos, literalmente, cualquiera se resignaría a ser un soldado del ejército sin siquiera preguntarse el porqué de todo— Argus le dio una palmada en el hombro, él lo miraba con ojos de padre, Bevan lo sentía como un padre regañándolo.

—No ha respondido a mi pregunta señor.

—Esa es otra cosa que deberás buscar tú.

El destello de luz apareció y Bevan cerró los ojos otra vez, Argus ya no estaba.

La Leyenda Del Trono BlancoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora