Dio un trago y el líquido bajó por su garganta, quemándola, pero dándole una sensación de alivio a la vez.
Un toque en su hombro, ligero, le hizo girar la cabeza levemente, buscando la razón de una distracción temporal. No vio a nadie, hasta que bajó la cabeza y se encontró con unos ojos café que lo miraban fijamente. Iba a preguntar qué era lo que quería, hasta que sintió una mano menuda pero firme tomar su camisa en un puño y jalarlo hacia abajo.
Fue cuestión de segundos.
Sintió los labios suaves y húmedos de la chica sobre los suyos. Se despegó de inmediato, por la sorpresa de lo ocurrido. Las manos lo liberaron y no se dio cuenta de que lo impulsaba del cuello hacia abajo con su mano, hasta que la quitó de ahí.
Todo fue muy rápido. Pero notó la sonrisa ligera que surcaba los labios de la chica, la mirada tranquila y extraña que ésta le lanzó y, antes de poder hacer nada, ella dio media vuelta, dejando tras de sí la confusión en los ojos del chico y la vista posada sobre un vestido de lentejuelas doradas que desaparecía entre la gente como una exhalación.
Aún sostenía el vaso, y la confusión duró unos segundos, antes de que una sonrisa socarrona se posara sobre su rostro. No tardó nada en volver a darle un trago a su bebida y comenzar a bromear sobre lo ocurrido. Lo cierto es que la noche no había sido nada interesante hasta lo ocurrido con la castaña de mirada achocolatada. Sin embargo, a la mañana siguiente, lo habría pasado inadvertido y lo habría tomado como una anécdota más en su vida.
