Tercero

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Los ojos de ambos kwamis se dilataron de golpe, se voltearon a ver, incrédulos y con muecas de cansancio.

—¡Pero si es media noche!—reclamó Adrianna, mirando a Plagg con una cara de desprecio.

—El mal nunca acaba, Kitty—la kwami rió.

Hubo un silencio, las alarmas se empezaron a volver más sofocadas y distantes, hasta el punto en el que desaparecieron.

—¿Se supone que deberíamos...?—la pregunta se quedó flotando en el aire, el pelinegro soltó un leve gruñido.

—Tengo sueño... quiero ir a casa—la rubia miraba al suelo con nostalgia.

—Yo también...—la observó unos instantes, su delicada figura resplandecía como un ángel con el halo de luz que la luna irradiaba sobre ella—... pero no podemos.

—Ya lo sé...—se abrazó a sí misma, comenzaba a hacer mucho más frío del que recordaba que hacía antes de salir corriendo de sus lecciones de Chino.

El silencio perduró un par de momentos más, algunas luces empezaban a prenderse a lo lejos y se escuchaba el ruido de un par de motores trabajando. 

La ciudad estaba amaneciendo.

—Tengo hambre—la ácida voz de Plagg perforó la calma, sus ojos se clavaron en su portadora mientras la observaba demandante—. Usaste Cataclismo en alguien, estoy cansado, ¿me darás de comer o qué pedo?

 —¡PLAGG!—sus ojos se abrieron como platos, dejó que sus hombros se elevaran.

—¡¿Qué?!—rodó los ojos—. No te quieras hacer la fuerte frente a éste idiota, siempre te controlo y lo sabes.

«Genial, ahora Martín piensa que soy débil y dejo que mi ridículo kwami me controle...» Pensó Adrianna agriamente, mientras desviaba su mirada nuevamente. «¡Punto para el imbécil de Plagg! Estoy segura de que con esa mancha roja no pasa lo mismo...»

—Entonces no soy el único que se deja controlar por su kwami—rió dulcemente—. Interesante... Bueno saberlo, creo que lo anotaré para que no se me olvide.

—¿Eh?—su vista se volvió a clavar en su compañero, esta vez sus ojos centellaban con esperanza—. ¿Dejas que tu kwami te controle?

—En ocasiones—se encogió de hombros y sonrió enseñando los dientes, que resplandecían como perlas blancas por sobre toda la oscuridad que la madrugada irradiaba sobre ellos.

—¡Hey! ¡Yo no te controlo!—la kwami en sus manos hizo un puchero, levantando el brazo derecho y apuntándolo de una manera acusadora—. ¡Jamás lo he hecho! ¡Sólo te doy consejos y tu los sigues porque son buenos! ¡Admítelo!

Miró a la rubia con una sonrisa y rodó los ojos de manera juguetona antes de hacer que la pequeña criatura que reposaba en sus manos se posara en su hombro derecho.

—Bueno, bueno, ya lo admito—levantó ambas manos en señal de que se rendía—. Jamás me has controlado, sólo me aconsejas y yo sigo porque tus consejos son buenos.

—Mucho mejor—Tikki parecía volver a tomar esa posición calmada pero imponente que solía tener siempre—. ¡No te dejes engañar, mon cherie! ¡Él tampoco es tan inocente como dice serlo!

Adrianna sonrió, cerrando los ojos y enseñando los dientes.

—Pues si de inocencia hablamos, creo que está claro que Adrianna perdió—Plagg empezó a balconear a su portadora—. Justo ayer, se empezó a reír un montón mientras hablaba con Nina porque...

Vicios Y Virtudes ||Miraculous LadyBug|| ||LordNoir||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora