Gotas en el cristal

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Las gotas caían sobre la ventana haciendo regueros en ella. Compitiendo por quien llegaría antes hasta el final. Era una tarde más como cualquier otra. Aburrida sin nada que hacer en la que yo me dedicaba como de costumbre a contar gotas en el sucio cristal. Sin embargo esa tarde le di una variante a mi tarea de mirar a través del cristal. Alcé la cabeza al cielo y lo miré extrañado, hacía un día espléndido, ni una nube se divisaba en el horizonte. Bajé de nuevo la vista al cristal y me fijé en otra extraña cosa. La lluvia no es roja ¿verdad? Vaya lo había vuelto a hacer sin darme cuenta. Es por eso que mis padres me decían que debía tomar esa medicina y hablar con ese hombre. Al acordarme de ellos pude oír sus voces claramente fuera en el jardín. Salí afuera en su busca aprovechando para tomar algo de aire fresco, me vendría bien para curar las heridas que tenía por todo el brazo y que suponía que eran las culpables de que mi cristal estuviera lleno de sangre. Por fin ya en el jardín bajo mi ventana contempé horrorizado una masacre que debía haber tenido parte hacía tiempo pues los cuerpos de mis padres e incluso de mi psicólogo se encontraban ya en descomposición desde hacía ya unos meses. Me miré las manos y los brazos de nuevo y observé que esa sangre estaba ya más que seca y que ni siquiera era mía. Vaya, desde luego me había vuelto a pasar. Entré de nuevo en casa, me dirigí hacia mi habitación y me senté frente a la ventana. Que bonito era observar la lluvia y las gotas en el cristal.

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