Tú y tus adicciones, mi madre y sus adicciones, mi padre y sus adicciones...
Todos son adictos a algo, mi padre a las mujeres y al sexo, mi madre a la limpieza y las compras, tú a las drogas y el alcohol.
Te conocí en una fiesta a principio de clases, yo estaba en una esquina mirándote, tenía un vaso con agua con el cual fingía que era vodka para parecer un adolescente normal, te vi bailar con una chica y perdí las esperanzas, pero sin embargo seguí mirándote, eras tan lindo, con tus risos pegados a tu frente por el sudor, tus ojos verdes escuro pegados al cuerpo de una rubia despampanante.
Se te había terminado tu bebida y me viste a mi sentado ahí, con mi vaso plástico rojo mirándote, te me acercaste y me arrebataste el vaso, pero no de manera grosera, estabas borracho, exhalaste el humo del porro y tomaste mi agua, me puse colorado cuando lo notaste, te me reíste y burlaste por semanas en el colegio, en todos lados escuchaba las mismas burlas.
Pero por alguna razón no estaba enojado, te seguía mirando embobado cada vez que podía. Me quede sin amigos por tu culpa, todos me miraban o hablaban para burlarse solamente, mi padre se enojó conmigo, sus compañeros de trabajo se burlaban de él porque sus hijos les contaban, era una vergüenza para él, y todo por un vaso de agua, tú me mirabas y te reías, pero nada de eso me importaba porque con que me miraras me bastaba, aunque me hablabas para burlarte yo sonreía cada vez que llegaba a mi casa porque significaba que sabias quien era yo.
Te hacia mezclas cada semana y las dejaba en la puerta de tu casa, me escondía en tu casita en el árbol que daba justo a tu habitación, tú las escuchabas y reías, así que empecé a poner canciones graciosas para seguir escuchando tu risa, te veía con tu walkman y los finos audífonos, luego tirabas las mezclas a la basura, creo que era porque no tenías donde guardarlas y ya las habías escuchado. Luego de un tiempo fruncías el ceño cada vez que las veías en tu casa y no las escuchabas, simplemente las tirabas, así que empecé a escribir poemas en hojas perfumadas, volví a escuchar tu risa y no podía evitar sonreír.
Un día pasaste por mi pupitre, miraste mis apuntes y luego frunciste el señor mirándome raro, seguro era por algún corazón con tu inicial o el color rosa de mi lapicera, no lo sé. Esa tarde no tiraste mi poema, lo guardaste en tu cuaderno de matemática, y casi morí de felicidad.
Al otro día en la hora del reseso te quedaste en el salón, me pareció raro porque solo yo me quedaba ya que no tenía amigos, y desde mi asiento podía verte en el patio jugando al futbol. Me quede quieto sin hacer nada, te levantaste y pusiste la hoja en mi pupitre golpeándolo, me asuste y te mire.
-Déjame en paz maricon de mierda, hazte hombre y follate alguna chica, fuma y deja de tomar agua- espere el golpe pero te diste vuelta- te golpearía, pero tengo miedo que me contagies lo maricon o alguna enfermedad.- saliste del salón y sonreí como bobo.
Llegue a mi hogar e hice una lista de lo que me habías ordenado hacer, decidido a obedecer.
Deje de tomar agua y lo tilde en la lista, robe un cigarrillo de mi padre y lo fume en el pequeño cuarto del fondo de mi patio trasero, me sentía como un niño pequeño haciendo una travesura, tache fumar de la lista, lo difícil era la última tarea, opte por lo más fácil.
Le arrebate dinero de bajo la cama a mi padre y fui a un cabaret, pague por una chica y lo intente hacer pero nunca termine, supongo que eso valía así que lo tache también de la lista, deje la hoja pegada en la ventana de tu habitación, lo cual fue difícil, me caí y lastime mi brazo ganándome un yeso por 3 meses.
Iba a cada fiesta a la que ibas, te miraba desde una esquina alejada, no sé cómo no me notabas con las vendas y goles en mi cara después de las palizas que me diste al otro día que teje la lista en tu ventana, supongo que era porque había mucha gente y tú estabas borracho y drogado, bajo los efectos de tu adicción.
Pasaron años y yo seguía viéndote a escondidas aunque tu sabias que yo te miraba, ya no salías mucho de tu casa, las ventanas nunca estaban abiertas haciendo difícil el poder verte, tú estabas sucio y parecías siempre cansado, pero nunca dejaste de ser hermoso, tus ojos verdes seguían ahí bajo esos parpados cansados, tu piel antes bronceada por el sol ahora estaba pálida, tu cabello antes sedoso y brillosos se caía y cuando tenías ataques lo jalabas sacando esos hermosos rulos de tu cabeza, antes vestías colorido, tu ropa era linda y estaba perfecta, ahora usas la misma ropa sucia y rota todos los días, antes eras musculoso y sano, ahora estas desnutrido y frágil. Dejo comida todos los días en tu puerta, tú dejas una nota con un simple 'Gracias. –H.' en pequeños papeles rectangulares, con tu letra temblorosa.
Nunca me había dado cuenta que tenía una adicción también, una adicción a ti, hasta el día en el que no volviste a tu casa esa noche, tampoco la siguiente noche, mi comida se acumulaba en tu puerta. Tiraba la comida podrida y la suplantaba con comida nueva, lo hice por años y años esperando a que vuelvas. Cuando mi madre se murió descubrí donde habías estado todos estos años, la adicción había tomado tu mano y te había llevado por siempre contigo, no había vuelta atrás.
Comencé a hacer mezclas y poemas de nuevo, las dejaba en tu lapida todas las semanas. Hasta el día en el que la adicción me llevo a mí también y me enterraron junto a mi adicción, junto a ti.